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Cultivos en busca de estabilidad

Tras años y años de darle la espalda, la sociedad mallorquina intenta reconciliarse, por lo menos en parte, con fora vila, con los cultivos agrícolas que le alimentaron, le dieron vida y la identificaron hasta que llegó el maná fácil y ahora ya un tanto agobiante y acaparador del turismo.

Uno de los cultivos más tradicionales de la isla es el olivo. Es así desde siglos atrás, cuando el Mediterráneo con su clima decidió dar carácter a la Mallorca de olivos milenarios convertidos en tópico y a la vez paisaje inconfundible y único. Pero no solo se puede vivir de la estampa agradable ni de los recuerdos de épica doméstica de las mujeres del Pla que se trasladaban a la Serra para collir oliva. Ahora importa la producción actual y las modernas formas de cultivo que se expanden diversas por toda la geografía isleña.

Este año habrá aceite en Mallorca. El incremento de recolección de aceituna permite augurarlo. Se habla de dos millones más de kilos con respecto a la temporada anterior. En 2017 se conjuraron todos los aspectos negativos alentados por la escasez de lluvia y el calor en tiempo de floración. Por eso se tuvo que renunciar a la exportación y procurar hacer incidencia sobre el autoconsumo y el comercio local. Era la mejor alternativa cuando la producción bajaba hasta el 8,19%.

Este año cambian las cosas. Se puede volver a mirar al exterior con optimismo. Dos millones más de aceitunas disponibles para ser prensadas permiten a la denominación de origen de Mallorca volver a etiquetar botellas de aceite con miras a Alemania o Japón, por ejemplo, dos de los principales consumidores externos de un producto que, pese a la fuerte y desigual competencia peninsular, logra hacerse un espacio propio enlazando la tradición antigua con la calidad actual.

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