La recuperación de la memoria y el reconocimiento de la dignidad de quienes, en un grado u otro, fueron víctimas directas de la Guerra Civil, tiene distintos recorridos y modos de implicación. La peor parte se la llevaron quienes fueron fusilados y sus familiares. La ley de fosas del Govern permite, después de mucho tiempo y con evidentes obstáculos, recuperar los cuerpos olvidados y negados.
Hubo otros grados de explotación y menosprecio que no acabaron con la vida de los perdedores pero sí la denigraron y les dejaron secuelas y condicionantes de distinta consideración. De todos es conocido el caso de los presos que fueron obligados a realizar obras públicas. El resultado de su acción carcelaria impuesta ha quedado incluso incorporada a la toponimia de está isla. En muchos lugares de Mallorca existe la carretera o el camí dels presos. Con pico y pala, sol y frío y privados de libertad, llegaron a consolidar más de 100 kilómetros transitables.
Cosme Bonet une ahora su condición de investigador y político y, junto a otros cargos socialistas del Consell, promueve un memorial dedicado a los presos republicanos forzados a acondicionar rutas que hoy siguen en pleno uso. Algunos municipios, caso de Pollença, ya han consolidado iniciativas semejantes.
El monumento del Consell se levantará en lo que fue el campo de concentración de Sant Joan de la Font Santa, en Campos. Debe ser un nuevo referente para la dignidad, para la reparación y para el buen uso de las cosas de todos. Las carreteras que construyeron los presos pueden llevar a muchas partes, pero no al olvido. El memorial por lo menos servirá para testimoniar el digno nombre de quienes las construyeron por imposición y recordar en qué condiciones infrahumanas lo hicieron. Será también un envite para la serenidad resignada y la actualización de la convicción de que las guerras, mucho más si son fratricidas, no llevan a ninguna parte. Solo sirven para la imposición de vencedores sobre vencidos y para crear muerte y destrucción.
