Las aguas fecales desbordan el Port de Pollença, de Llenaire al humedal de la Gola. Salen por los sumideros, por las tapas de las alcantarillas, por las grietas de las calles y aceras.

"El hedor es irrespirable y la situación de nuestras calles un auténtico problema de salud pública", denuncian desesperados los vecinos afectados, que ya han trasladado la situación de insalubridad que padecen al Ayuntamiento de Pollença y al Seprona.

Explican que desde el pasado mes de enero y al margen de las lluvias, el problema no da tregua ni las autoridades municipales le ponen una solución, ajenas al infierno que viven residentes, comerciantes y restauradores.

"Las heces, orines, desperdicios de toallitas, restos de preservativos y otros residuos invaden a diario las calles y desembocan a las aguas del humedal de la Gola. Y desde allí van directamente al mar", lamenta Magdalena Cabrer, una de las vecinas afectadas, que hoy mismo ha informado de la situación al alcalde de la localidad, el ecologísta Miquel Àngel March.

"El mal olor, en pleno inicio de la temporada turística, también va a más, no se puede ni salir a la calle", explica Cabrer, que cuenta que ni siquiera los cuatro camiones de extracción de aguas residuales que trabajan a diario en la zona consiguen aliviar lo más mínimo el problema. "No sé qué ocurrirá cuando abran todos los hoteles y empiece a apretar el calor, por ahora nos dicen que hasta noviembre no pueden acometer ninguna obra".

De Llenaire a la Gola, la situación se repiete a diario. Las aguas fecales desbordan alcantarillas y sumideros. Las calles acumulan líquidos malolientes entre la desesperación de los vecinos, que ya no saben a quien acudir. Y los desperdicios desembocan a chorro en el humedal y de ahí al mar.

En este espacio natural, de una diversidad ornitológica espectacular considerando su reducida superficie, destacaba antes de los vertidos fecales la presencia de aves acuáticas como la cigüeñuela común, la garcilla bueyera, el ánade real o diferentes especies de ardeidos.

Está rodeada de una masa forestal de pinar, hecho que propiciaba la presencia de especies como el ruiseñor bastardo, el verderón común o la paloma torcaz. Pero ahora en sus aguas, que conectan directamente con las de la bahía, están llenas de mosquitos y de desperdicios fecales, orines, toallitas, compresas y todo tipo de residuos que se vierten durante las 24 horas sin que el Ayuntamiento de Pollença preste la más mínima atención al problema. Y su aspecto ha cambiado radicalmente.

Al parecer, las obras de pavimentación de la primera línea han creado un problema estructural en el sistema de canalización de aguas residuales del núcleo turístico, pues desde el pasado mes de enero los motores son incapaces de impulsar el cauce, que a diario sufre una situación de colapso invadiendo la superficie y desbordándose en el humedal y en el mar.