Si piensan en una planta carnívora, probablemente la primera imagen que se les venga a la cabeza sea la de una Dionaea Muscipula o Venus atrapamoscas. Son aquellas verdes cuyas hojas parecen bocas con dientes, que se cierran al paso de un insecto despistado. Estas plantas solamente crecen, de manera salvaje, en el pantano de Green Swamp, entre los estados de Carolina del Norte y del Sur, en EE UU. Pues bien, si allí resisten unas 9.000, en un vivero de Manacor.

Situado a 2,5 kilómetros de las afueras de la ciudad siguiendo el camino de Son Fangos, Carniplant es el proyecto de un joven emprendedor llamado Guillem Gutiérrez, quien hace unos años y tras acabar la carrera de Biología decidió emprender su propio (y particular) negocio. Tan raro todavía que en España solamente hay dos viveros más de plantas carnívoras (uno en Cataluña y otro en Andalucía), pero con producción amateur y más pequeños que el manacorí.

"Me empecé a interesar por las carnívoras en 2007, aún en el instituto: Vi en un libro una imagen de una Dionaea Muscipula y fui buscando una tienda donde la tuvieran. Al final logré encargar una por 16 euros que resultó ser una Sarracena (otra especie) y que solo me duró dos semanas viva", explica Gutiérrez, que confiesa que "lo hice todo mal, la regué con agua del grifo y la dejé dentro de casa".

Y es que, pese a que la energía la extraigan del sol, las plantas carnívoras obtienen sus nutrientes de insectos e incluso pequeños roedores. Todo ello es porque apenas tienen raíces, lo que les permite adaptarse perfectamente a terrenos ácidos y pantanosos. Por eso, si son sacadas de su hábitat, siempre deben ser regadas con agua de lluvia o purificada.

En constante crecimiento

Hace dos años que Carniplant empezó a andar, y desde entonces no ha parado de crecer. Entre especies, subespecies y variedades de plantas carnívoras, Gutiérrez ya atesora hasta 98 diferentes. Miles de ejemplares que, a medida que van creciendo, son puestos a la venta a través de su página web, cuyos clientes, entre empresas de jardinería y botánica y particulares, van más allá de las fronteras estatales.

"El trabajo es mucho y muy sacrificado. Además, la inversión para arrancar un negocio de estas características es superior al de uno de plantas ornamentales, por ejemplo. Hay que invertir en una balsa, en sistemas para purificarla, en invernaderos o en calefactores para mantener una temperatura adecuada", confiesa, "pero vale la pena". "Mis clientes son sobre todo particulares de cualquier punto de Europa o de Sudamérica y empresas de jardinería españolas de Madrid, Lleida, Jerez etc."

El perfil de su cliente base es un varón (el 90%) de entre 25 y 35 años, seguidos de la franja entre 45 y 60 años. Muchos de ellos han sabido de la existencia del reducto carnívoro de Manacor a través de los vídeos que Guillem va colgando periódicamente en Youtube, y en donde explica curiosidades, rarezas y formas de cultivo. Su canal ya supera los 2,2 millones de visitas, con más de 16.500 subscriptores.

El crecimiento de una planta carnívora es más lento que el de una convencional, necesitando como norma general unos cinco años para ser vendibles. Aunque su temporada de crecimiento o de "caza de insectos" es larga, desde finales de febrero hasta octubre aproximadamente.

También el crecimiento de su negocio es continuo. Gutiérrez ya tiene en mente ampliar la superficie de invernaderos, tanto para carnívoras de clima mediterráneo como tropical, de balsas de riego (una de 45.000 litros, más otra de 250.000). Además de divulgar su conocimiento con charlas programadas, o la puesta a la venta online "y a un precio módico" de documentales filmados por él mismo a la búsqueda de plantas carnívoras por distintos lugares del mundo.