Los orígenes del concepto de hotel 'boutique' se remontan a la década de los ochenta, con el surgimiento de establecimientos cuya filosofía iba más allá de ofrecer un mero alojamiento para los viajeros. Era una oferta de la que fueron exponentes, por ejemplo, el Blakes Hotel en Londres u otros abiertos en Nueva York. Para definirlos, hay quórum a la hora de señalar unos baremos como su especial diseño, alejado de los estándares que caracterizan a las grandes cadenas hoteleras. En este sentido, el huésped de un hotel boutique se encuentra con una habitación con un diseño especial, que puede ser diferente al de otras de ese mismo alojamiento. Estos establecimientos buscan también crear una conexión singular entre el cliente y el personal, aprovechando que cuentan con un número reducido de habitaciones. Se caracterizan además por su buena ubicación, en puntos estratégicos de la ciudad, desde los que es más fácil disfrutar de la oferta cultural y comercial del destino.