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Opinión

Peligros de hoy

En la Mallorca rural, el animal doméstico era imprescindible para el trabajo y el sustento. Si el mulo no podía labrar, la oveja dar lana y el cerdo no alcanzaba la matanza, todo se iba a pique en la isla de la subsistencia. En la Mallorca turística es otra cosa. Nada que ver.

Ahora los animales son mascotas, acompañan y sobre todo adornan y entretienen la vida doméstica. El perro apenas vela por la propiedad y la seguridad del amo. Espera que lo saquen de paseo.

Era imprescindible que, con tal evolución, las bendices cambiaran de sentido y dejaran a la intemperie del desapacible enero mallorquín, su utilidad y vigencia. No son ya un recurso para quien necesita la protección del ser superior, mitificado o de la autoridad. Hoy las beneïdes se han vuelto desfile vistoso y alegre, puro exhibicionismo, incluso para el alcalde y regidor de turno y hasta para el cura que esparce agua bendita sin saber muy bien a quién ni para qué. Mascotas para mostrar, carrozas para ironizar o recrear y pocas gallinas para dar huevos. La vista se fija en el ave exótica y no en la de cazuela. Por eso mismo las beneïdes de hoy se asemejan ya, hasta la proximidad del calco, al desfile de carnaval. Caretas y disfraces útiles para tapar y camuflar muchas cosas.

Quizás el sentido de la utilidad práctica de una fiesta que lleva años de nuevo esplendor pase por adivinar quién necesita hoy de bendición y protección sobrenatural, porque males y peligros sigue habiéndolos en abundancia.

Está claro que en esta Mallorca de los primeros decenios del siglo XXI conviene invocar la protección contra políticos y cargos públicos demasiado adictos al interés particular en detrimento del general. Esta tierra exprimida también necesita, por otra parte, regenerarse con agua bendita frente a la saturación turística, la explotación del suelo, la improvisación en la gestión pública y la parquedad negociadora de quienes la ejercen.

Ahora que los animales irracionales se quedan en mascotas de compañía y ya disponen, con buen criterio, de entidades que velan por su bienestar, conviene concentrar el agua bendita sobre unos seres racionales que, en demasiadas ocasiones, no se comportan como tales. ¡Qué Sant Antoni nos devuelva el raciocinio, nos libere de egoísmos, nos infunda respeto por la tierra y la cultura! El santo de Viana sigue teniendo trabajo y vigencia.

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