Estos días se cumplen dos décadas de la confirmación de que Manacor seguiría siendo Manacor. Una expresión que hoy suena dramática pero que llegó a preocupar seriamente a la población, que vislumbró por momentos la silueta de la ciudad sin su elemento más emblemático.

A principios de 1996 una especie de grieta empezó a aflorar en la zona alta de campanario. El templo de Nostra Senyora dels Dolors, construido en estilo neogótico a principios de siglo XX sobre la antigua parroquia, era frágil. Y su elemento principal, de casi 80 metros de altura y que sigue siendo la construcción no industrial más alta de Mallorca, parecía serlo todavía más.

El pináculo, de las campanas para arriba, padecía de humedades desde hacía lustros. Pronto se descubrió que su material de construcción, una mezcla de marés de mala calidad combinado con hormigón armado, no había aceptado bien los cambios de temperatura y dilatación. El campanario, literalmente, se caía.

Con el miedo en el cuerpo y una raja cada vez más notable a simple vista, se procedió a armar una tarima alrededor de la zona afectada para evitar el posible desprendimiento de cascotes. El entonces rector parroquial, Miquel Gual, auguró dos cosas: que el pináculo debía ser desmontado y reconstruido con otro tipo de materiales, y que la cosa iba a ser muy cara. Con los meses se estipuló si valía la pena y el dinero rehacerlo como el original, si la estructura de la base aguantaría un armazón de hierro inoxidable y las nuevas piezas. El pueblo habló: tenía que ser igual o no ser.

La comisión insular de Patrimonio de Consell intervino. Las obras debían empezar tan pronto como hubiera planos y presupuesto. En el mismo año 96 se adjudicaron las obras a las empresas Melchor Mascaró SA y Artigues Truyols. El armazón metálico sería recubierto de cemento de calidad. Las piezas artísticas y ornamentales se realizarían en un taller especializado y los detalles menores, directamente in situ. Todo ello subido a través de un montacargas interior.

70 millones de pesetas

Pocas semanas después se detalló el presupuesto: 70 millones de pesetas, 39 de los cuales serían financiados por el Govern. Para el resto se creó la denominada Comisión pro Campanario de Els Dolors, centrado sobre todo en la organización de tómbolas, sorteos, actos benéficos bajo el título Si tu vols, no caurà, y la apertura de diversas cuentas bancarias para la recaudación de fondos. Se llegaron a aglutinar once millones de los vecinos.

Casi dos años después, a principios de 1998 y tras un desmonte pieza a pieza (algunas de ellas de más de 600 kilogramos de peso), todo estaba dispuesto para la reconstrucción, un trabajo que aún perdura en la obra y en la memoria colectiva de Manacor.