El emblemático Cine Goya busca comprador. Lo hace coincidiendo con el 60 aniversario de su apertura como sala comercial en 1957, y tras un cierre inesperado en 2000 que ya dura 17 años ininterrumpidos. Paralelamente la propiedad también está barajando otras opciones o fórmulas para que, mediante un convenio público o privado, pueda ser alquilado mientras tanto.

"Ha habido ya varias visitas y personas interesadas en comprar y reformar el Goya, pero al final ninguna de las propuestas se ha concretado", explica Marga Fons, una de las propietarias del inmueble familiar que su padre erigió como popular cine de barrio durante toda una generación. "La estructura está impecable, lo único que habría que modernizar sería la instalación eléctrica, colocar un ascensor, los accesos para discapacitados y llevar a cabo una serie de reformas simples provocadas por el paso del tiempo".

Entre los interesados hasta ahora, destacan los impulsores del CineCiutat de Palma, que buscarían en Manacor una sucursal en la que proyectar sus películas en la zona de Llevant, pese a que de momento tanto el precio de venta (sensiblemente por debajo del millón de euros) como el de reforma escapan a sus posibilidades.

También se ha interesado por la sala una comunidad musulmana local, para, una vez quitados todos los asientos, transformarla en una nueva mezquita o espacio para el rezo.

Otra posibilidad abierta es que el inmueble entre a formar parte de una oferta hotelera urbana que está a punto de cerrarse en la zona, como centro de congresos y con la posibilidad de utilizar la cafetería situada en la planta baja, que en su conjunto tiene más de 1.000 metros cuadrados y podría adecuarse en zona de ocio.

"Veo muy complicado que el Goya pueda ser reabierto como un cine comercial", apunta Fons, que sí que contempla la posibilidad de un acuerdo con una escuela de Turismo o academias de idiomas para proyectar películas en versión original en ruso y chino.

La sala, de casi 500 butacas y que se construyó siguiendo los mismos planos que la mayor del Cine Augusta de Palma, mantiene el aspecto de cuando proyectó su última película (poco después que los multicines dejaran sin estrenos el Goya). Bajo la gran pantalla todavía hay el pequeño escenario de madera "que podría ampliarse para conferencias o representaciones".

El tiempo parece haberse parado, el bar mantiene la tabla de precios de los bocadillos en pesetas mientras que en el piso superior, el gran proyector sigue apuntando al rectángulo blanco entre rollos de fotogramas que un día vieron la luz entre palomitas.