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El paisaje intervenido por el humo

Al valle de Sóller no le faltan atractivos pintorescos ni recursos naturales cautivadores. Ello no es óbice, sin embargo, para que la intervención humana incorpore al lugar elementos puntuales que producen curiosidad y hasta un efecto agradable si se contemplan desde la distancia panorámica. En cambio, con la proximidad se vuelven tóxicos. No es niebla difuminada y bucólica, es humo irrespirable y por tanto un peligro directo para la salud desde el momento que llega a los pulmones.

Estamos en tiempo de quema de rastrojos. Lo que se seca en verano molesta en otoño y en consecuencia se quema cuando Agricultura lo autoriza. Payeses y domingueros, que de todo queda en la Mallorca del huerto de entretenimiento, esperan la fecha señalada porque la ceniza también es abono y desintoxicante y las ramas, un estorbo.

Pero en el valle de Sóller todo es distinto. La inversión térmica propia del enclave impide que el humo suba hasta la atmósfera en las primeras horas en que el sol intenta ganarse el día. La visibilidad se degrada y la contaminación avanza, entre otras cosas porque entre las aromáticas ramas de naranjo se camufla algún plástico. Algo se debe hacer.

Al igual que ya ocurre en Puigpunyent, el ayuntamiento tiene la intención de consensuar una ordenanza para regular las quemas y evitar que se produzcan antes de las diez de la mañana. Habrá que pulir, cuando menos, las disposiciones actuales que ya apuntan en la misma línea, porque se han vuelto del todo inoperantes por su carencia de elementos coercitivos.

Quedan muchas cosas por corregir y ordenar en esta Mallorca de la sobreabundancia y el hinchazón demográfico. A ellas se suma ya el humo en el valle de Sóller. Ocurre así porque todos juntos hemos llegado a adquirir demasiados humos y olvidado que cualquier cosa debe estar sujeta a orden y control. Incluido el paisaje y el medio natural.

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