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Tots Sants / Entrevista

"El de 'fosser' es un trabajo ingrato y duro, pero alguien tiene que hacerlo"

Francisco Rosa pertenece a la tercera generación de sepultureros y asegura que seguirá "mucho tiempo"

"El de 'fosser' es un trabajo ingrato y duro, pero alguien tiene que hacerlo"

En los días previos a la festividad de Tots Sants ya se notaba la actividad que los vecinos de cada pueblo han realizado en sus respectivos cementerios: limpieza de las sepulturas donde descansan sus familiares y seres queridos, y ornamentación con flores y velas encendidas. Una labor que se lleva a cabo con pulcritud, en silencio y con un sentido recuerdo para los ausentes.

En sa Pobla, este año, el sepulturero municipal tiene que conformarse con observar esta actividad ciudadana sin poder participar en la misma a causa de una enfermedad, de la que afortunadamente se está recuperando, pero que todavía le mantiene en situación de baja laboral. Paco, cuenta, en el mismo camposanto, su experiencia como 'fosser'.

-¿Cómo se instalaron los Rosa en el cementerio de sa Pobla?

-Mi abuelo Francisco Rosa González, natural de Zaragoza, emigró primero a Barcelona y luego, en la década de los 60, vino a Mallorca para trabajar como jornalero del campo en sa Pobla. Cuando se produjo la vacante de sepulturero en el cementerio municipal, por jubilación de Andreu Fuster, él solicitó y accedió a la plaza. Al cabo de unos años, su hijo José Luís, mi padre, fallecido el pasado mes de agosto, empezó a trabajar junto a él hasta su jubilación. Yo me incorporé a trabajar con mi padre en 1992, y aquí pienso seguir durante mucho tiempo.

-¿En qué consisten las tareas de un sepulturero?

-Básicamente en cuidar del mantenimiento, limpieza y vigilancia de todas las dependencias del cementerio. Y, además, realizar los entierros y desentierros o inhumaciones. Desde que disponemos del tanatorio, que por cierto es ejemplar, también cuidamos de su conservación y limpieza y nos encargamos de atender a los familiares de los difuntos durante los velatorios. Todo ello, coordinado con la empresa que presta los servicios funerarios, el Ayuntamiento de sa Pobla y la parroquia.

-Según piensa la gente en general, parece que su trabajo debe ser ingrato y poco reconocido.

-Desde luego que es ingrato, y más que eso yo diría que está envuelto de cierta crueldad, entre comillas. Se trata de un trabajo duro, no físicamente, sino psíquica y sentimentalmente que no cualquiera quiere hacer. Pero es tu profesión y como profesional tienes que adaptarte al mismo. Tal vez esté poco valorado, pero hay que pensar que se trata de un trabajo imprescindible dentro de nuestra sociedad y que alguien tiene que hacerlo.

-Ya que habla de dureza, ¿cuáles son los momentos más duros para usted en el desarrollo de su labor?

-Sin duda alguna, observar a la gente, seres queridos del difunto, afligidos durante el velatorio. Y, sobre todo, a la hora de realizar el enterramiento, que es cuando esa misma gente se desmorona, impotente.

-Con tantos años de profesión habrá vivido algún momento desagradable que haya tenido que presenciar.

-Sin duda, más de uno, que no voy a comentar aquí y ahora por respeto a las personas que los han protagonizado. Tenemos que comprender que la pérdida de un ser querido provoca un profundo sentimiento de dolor, para algunas personas difícil de controlar y que les lleva a cometer acciones o tener comportamientos de los que en aquel momento no son conscientes.

-¿Cuántos servicios funerarios suele registrar al año el cementerio de sa Pobla?

-Una media que oscila entre 120 y 130 servicios.

-Regresemos al mundo real. En la necrológica que se publicó de su padre se podía leer que era un empedernido radioaficionado. ¿Cual es su afición preferida, fuera del trabajo?

-Sí, mi padre era un apasionado radioaficionado y presumía de ello. Yo me dediqué una época a la pintura, solo como aficionado, y la verdad es que llegué a tomarle el gusto a esta afición artística y a ponerle interés. Pero con el nacimiento de mis dos mellizos dejé los pinceles y las pinturas para dedicarles todo el tiempo posible y aliviar a mi mujer en sus cuidados. Mis hijos son, desde hace siete años, mi mejor entretenimiento y mi mayor alegría, los que ocupan mi tiempo fuera del trabajo.

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