Famosos estos días por el hallazgo en Porto Cristo de ámbar gris (una secreción expulsada tras una mala digestión y codiciada en la alta perfumería, que puede llegar a pagarse a 80.000 euros el kilo), los cachalotes también son animales mediterráneos. No es nada extraño avistar a estos mamíferos en el sur y el este de Mallorca, donde se alimentan y aparean con aparente tranquilidad.

Pero su fragilidad en cuanto a número y sus localizaciones durante el año, todavía son fuente de numerosos estudios que deben arrojar, a medio plazo, más luz sobre los patrones de conducta de estos animales en nuestras aguas.

En Mallorca, los mayores expertos en cetáceos están en Tursiops, una asociación sin ánimo de lucro fundada en Palma en 1998, con el ánimo de contribuir a su conservación y protección, así como para promover la divulgación de las investigaciones que se realizan sobre ellos, centradas especialmente en el Mediterráneo occidental.

Aunque con una manera de enfocar el trabajo un paso más allá del simple ecologismo efectista: "Creemos que la mejor manera de luchar para la protección y la sostenibilidad de las poblaciones no es con grandes acciones sensacionalistas, si no mediante la investigación rigurosa", explican.

En el caso de los cachalotes, "no tienen unos patrones de ruta claros, sino que son errantes dentro de una misma zona", señala la licenciada en Ciencias de la Tierra, Marga Cerdà, miembro del colectivo. "Existe muy poco intercambio entre las poblaciones del Mediterráneo occidental y del oriental, y mucho menos con los cachalotes del océano Atlántico", quienes rara vez cruzan en estrecho de Gibraltar.

El cachalote es el animal más grande del mundo que captura presas individuales. Se caracteriza por su inmensa cabeza que puede constituir un tercio de su longitud total. Destaca especialmente por ser un gran buceador. Tiene adaptaciones fisiológicas específicas para el buceo a grandes profundidades, que le permiten alcanzar los 120 minutos de inmersión y los 2.000 metros de profundidad, aunque habitualmente buceen entre los 300 y los 800 metros.

Viven normalmente segregados por sexos. Las hembras con sus crías forman grupos de una docena de individuos. Los machos forman parte de estos grupos desde el nacimiento hasta la emancipación de la madre. Cuando crecen forman ´grupos de solteros´ con otros machos de edad y tamaño similares. Cuando los machos maduran tienden a dispersarse en grupos más pequeños y la mayoría acaban teniendo vidas solitarias.

Subpoblaciones diferenciadas

Pero pese a no haber diferencias físicas entre ello, sí que las hay en las denominadas codas o gritos característicos de comunicación de las dos subpoblaciones mediterráneas, y de estas con las atlánticas. El hecho de que haya poco flujo entre ambas laderas de nuestro mar, se debe sobre todo a la poca profundidad que existe entre la isla italiana de Sicilia y el continente africano (menos de 400 metros). "Por eso es muy complicado ver cachalotes cerca de la costa, porque necesitan profundidad para poder alimentarse", recuerda Cerdà. Aunque ha habido pescadores que han avistado esporádicamente a alguno cerca del Cap Vermell (Capdepera) o en el menorquín Canó de son Bou.

"Necesitan llanuras profundas, y hemos notado que en los últimos años cada vez han ido bajando un poco más, hasta llegar a encontrarlos a entre 1.700 y 2.000 metros de profundidad"; unos cambios interanuales que dependen a su vez de cambios oceanográficos, "los cuales se deben a fluctuaciones normales en la disponibilidad de alimento". Y aunque en la zona norte de Mallorca también exista un talud de alta profundidad, son pocos los cachalotes que abandonan la zona del Llevant y las inmediaciones de Cabrera.

Se calcula que en el Mediterráneo occidental pueda haber una población aproximada (los últimos datos son de 2008) de 400 ejemplares de cachalote; un número escaso que da buena cuenta de su fragilidad y necesidad de preservación. Y aunque las Balears sean el foco más importante, otra colonia significativa se situaría más al oeste, entre Córcega, Cerdeña y Liguria.

Buena parte de culpa del descenso poblacional registrado en las últimas décadas, se debe por una parte a la utilización de redes de deriva (por parte sobre todo de embarcaciones italianas) que arrastran consigo a los cachalotes, incapaces de deshacerse de ellas. "Son agresiones que merman una población que es muy difícil de recuperar".

El otro gran problema son las colisiones de los animales con cargueros u otras embarcaciones pesadas. Según explica Marga Cerdà, al ser un animal acústico, el cachalote se guía casi exclusivamente por su oído, y ahí está el problema: "Aproximadamente en el transcurso de una hora, tres cuartos los pasa a alta profundidad y un cuarto sale a respirar a la superficie. Al ser los grandes predadores del Mediterráneo, no se preocupan por un posible ataque, lo que hace que se relajen, no vean las embarcaciones y no tengan tiempo de reaccionar.

Turismo científico

Hace casi dos décadas que la Asociación Tursiops hace un seguimiento y monitorización de los cachalotes y de otros cetáceos en las aguas baleares. Aunque el hecho de que en 2009 se anularan los fondos estatales para estas investigaciones, obligó al colectivo a tirar de imaginación y recursos alternativos.

"Nos financiamos únicamente a través de patrocinadores, donaciones particulares y aportaciones de socios. Sólo nos mueven las ganas de conocer y de compartir el maravilloso mundo de nuestros cetáceos". Lo que ha hecho que desde 2013, reserven plazas en su barco de estudio para todas aquellas personas interesadas en conocer más a fondo a estos mamíferos, colaborando a su vez con la investigación, la escucha y la fotografía de cachalotes. Lo que ha hecho que entre las siete salidas de una semana realizadas este verano, se hayan logrado fotografiar unos 40 animales distintos.

No hay límites de edad o conocimientos previos para poder embarcarse junto a dos técnicos expertos de Tursiops. Solo hay que tener ganas y los 950 euros que cuesta (manutención incluida) la experiencia de siete días navegando y conviviendo con la ciencia marina. Una especie de tripulantes-mecenas, muchos de los cuales provienen de Suiza, donde este tipo de iniciativas son promovidas gracias a la labor de la Mallorca Preservation Fund y a la ONG Swiss Cetacean Society.