Binissalem se vistió ayer de fiesta, y literalmente, pues no sólo s e celebró el multitudinario Sopar a la fresca sino que como es tradicional los vecinos engalanaron las calles. Algunos con imaginación y siempre combinando aspectos de la cultura vitivinícola, otros amparados en la tradición más popular, sacando a la calle antiguos arcones, balancines, lebrillos, lamparas y otros elementos decorativos profusamente adornados con telas bordadas y almohadones.

Andreu Villalonga, alcalde de Binissalem, manifestó que "es difícil cuantificar la asistencia a la fiesta pero el pueblo se ve repleto y vestido de gran gala".

El Sopar a la Fresca de Binissalem es el acto más multitudinario de las Festes de es Vermar. Normalmente acuden multitudes. Anoche se cuantificaron entre 18.000 y 20.000 comensales, entre residentes e invitados, según fuentes de la Policía local.

Sin duda alguna el inconveniente mayor de esta fiesta fue precisamente que la práctica totalidad del pueblo estaba cerrado al tráfico, como no puede ser de otra forma, lo cual obligó a los visitantes a andar largos trechos desde los solares del extrarradio habilitados como aparcamiento. Estos espacios, habilitados en las entradas del pueblo, funcionaron con normalidad y fueron absorbiendo el flujo de vehículos que, desde las 19 horas de la tarde llegaban en buen número hasta Binissalem.

Se habilitaron en total cuatro: un0 en la entrada desde la carretera de Inca, otro en el Camí de Pedaç y dos más junto a la carretera vieja de Lloseta. Además de estos aparcamientos, también se usaron varios solares urbanos.

El Ayuntamiento repartió unas 4.000 botellas de vino a un precio simbólico de un euro. Se entregaba una botella para cada seis comensales. El dinero recaudado se destina al departamento de Servicios Sociales.