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Gestión entre deseo y necesidad

Si los trenes pudieran funcionar con optimismo, esperanza y buenos deseos, los de Mallorca no tendrían nada que envidiar a los de Francia o Suiza. Pero eso no basta, necesitan medios materiales, mecánicos y dotación humana cualificada y suficiente.

El gerente de Serveis Ferroviaris de Mallorca manifiesta una idea más o menos clara de cómo deberían ser los trenes, actuales y futuros, de la isla pero no tanto de las condiciones que presentan hoy. Es muy posible que sea consecuencia de las servitudes del cargo, pero dibuja un panorama que se asemeja más al deseo que a la realidad. Sigue confiándolo todo, desde la comodidad a la puntualidad y las frecuencias, a la electrificación del próximo verano y a un incremento de plantilla de maquinistas que presenta los mismos desajustes que los horarios de los trenes.

Vivimos de las ilusiones del ferrocarril de mañana y padecemos las carencias del de hoy. Nos paran las averías de gestión de la herencia recibida. Las estaciones a duras penas merecen la condición de apeaderos y compramos billetes con los que pagamos deudas antes que transporte consecuente y efectivo. La paz laboral alcanzada mantiene un grado de tensión encubierta.

Mateu Capellà no nos permite con sus declaraciones albergar esperanzas sobre la bajada del precio del billete. Le observamos distante al titubear sobre el coste del trayecto mínimo y un tanto agobiado ante 292 trenes y 17.000 pasajeros diarios que crecen al ritmo del 6%. Son cifras respetables, pero conocemos otras muy superiores de servicios ferroviarios en los que no hay los problemas de gestión y medios que esperan en la estación de los buenos deseos de SFM.

Hay un cierto descuadre entre la encuesta de satisfacción esgrimida y la evidencia del trayecto diario en tren. Seguro que se hizo en un día escogido.

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