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Un espacio sin presencia humana

Abiertos los jardines de Marivent, queda Cap del Pinar como gran espacio vetado a la interferencia y a la curiosidad humana.

Aunque no existe el mismo riesgo de decepción que el experimentado con la porción de la estancia regia, la península aventajada de Alcúdia permanecerá impasible, exento de presión exterior, lo cual, tal cómo están las cosas, no deja de ser un privilegio en esta Mallorca sobreocupada. Cap del Pinar se consagra como zona de clausura de la naturaleza porque el homo sapiens es incapaz de convivir con ella del mismo modo que lo hacen las aves y el sigilo sobre el que crecen las plantas. Los militares lo blindaron frente a la especulación urbanística por imperativos de usos estratégicos ya extinguidos por la técnica y ahora el ayuntamiento de Alcúdia se declara incapaz de incentivar la apertura de la puerta de Cap del222 Pinar por miedo al coste económico y al incivismo de quienes dejan el sentido de la responsabilidad en casa.

Así que la península revestida del misticismo de lo ausente y desconocido queda consagrado como santuario natural venerable desde el llaüt, el yate, o la perspectiva superior de La Victòria y la atalaya d´Alcùdia. Mejor así, será la penitencia para quienes hemos pecado por abuso de balearización y un efecto pedagógico, aunque sin garantías de eficacia, vistos los antecedentes, para hacernos comprender que no todo está permitido y que la naturaleza también necesita de una intimidad que, aunque no se reconozca, tiene unos beneficios imprescindibles para el ser humano por mucho que éste no lo admita y acostumbre a pagar con peor moneda. Cap del Pinar es el referente.

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