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Sociedad ´poblera'

'Marjaleres' de sa pobla: guardianas de la memoria del campo

El 90% de las mujeres de la tercera edad del municipio trabajaron en las 'marjals' en una época en la que la agricultura era un modo de vida

Joana Cañellas, ´Gelada´, dando su testimonio sobre las duras condiciones de vida en el campo ´pobler´. m. a. crespí

Mirada penetrante, respuesta firme y mucha sabiduría es la que atesoran las 'marjaleres', prácticamente el 90% de las mujeres de la tercera edad de sa Pobla. Hablar con una 'marjalera', una campesina con una media de edad de entre 75 y 90 años, destapa de inmediato la fuerza que desprenden. Sus historias y su forma de explicarlas las hacen inconfundibles. Su tono de voz, firme. Antes se cantaba mientras se trabajaba y cultivaban una gran facilidad para elaborar 'gloses'. Esa sabiduría la conservan innata y la transmiten con su mirada.

Han sido las actrices secundarias de la sociedad de esta localidad del norte de Mallorca durante la etapa de auge de la agricultura y hasta la llegada del turismo. En realidad eran las protagonistas en cada familia, unas protagonistas silenciadas. De ahí ese ímpetu que transmiten.

Hoy han cambiado quienes trabajan la tierra. Los inmigrantes han asumido esta labor. Antes, eran ellas con sus maridos quienes sacaban el trabajo adelante y, por añadidura, a los hijos. Sus historias de trabajo son duras, labradas con mucho esfuerzo.

El sector agrario las vio crecer

Cuando se les interroga sobre sus conocimientos, se sorprenden. Lo asumen como algo normal, de escaso valor. Les sorprende que alguien se interese por ellas, su trabajo y su época. Se emocionan y después dejan que se escurra la historia. Entonces entienden la importancia de sus relatos.

El día a día actual hace que la vida transcurra a un ritmo mucho más frenético que antes, que impide ver con claridad el presente. Ellas, en cambio, sí saboreaban cada jornada, aunque trabajaban de sol a sol. Rutina y coraje. Sabiduría. También se nota que pasaban más tiempo construyendo diálogos, compartiendo experiencias. En definitiva los tiempos han cambiado y en este caso también ha variado radicalmente el escenario de sa Pobla, sus alrededores, sus tierras, 'ses Marjals'.

El sector agrario experimenta los azotes del tiempo, mientras elaboran estrategias para salir adelante los pocos payeses que quedan. Ahora no solo es lidiar con la naturaleza, conquistarla e ir a una. Ahora son muchas las circunstancias a tener en cuenta. Ellas lo explican.

Fracasó la cooperativa, recuerdan la entrada en lo que entonces era el Mercado Común, las primeras ofertas de los intermediarios que les proponían el siguiente trato: venderles su género y no saber a cuanto cobrarían lo que entregaban, hasta muchos meses después (algo que todavía ocurre). Todas estas circunstancias provocaron que poco a poco se abandonara 'sa Marjal'. Además de la mecanización de las labores.

Un nuevo horizonte asomaba en la costa: el Port d'Alcudia, Can Picafort, Platges de Muro... Era el Turismo, la esperanza de un futuro mejor. Aún así, Antònia, que marchó al Port d'Alcúdia con la esperanza de un trabajo mejor en el sector turístico, no considera que haya sido un cambio tan beneficioso después de vivirlo en sus propias carnes. "Nunca aconsejaría a una hija mía trabajar en un hotel", explica ella que dejó el campo para ganarse un sustento como camarera de pisos.

Para rescatar o intentar atisbar el escenario de un pueblo que ya no es, se precisa escucharlas atentamente. Escuchar las historias de las 'Marjaleres' para adentrarse en una localidad prácticamente desaparecida que solo existe en su memoria y que tiene siempre un denominador común: trabajo, compromiso y una enorme responsabilidad para seguir adelante ante cualquier circunstancia adversa.

Sa Pobla era conocida como la despensa de Mallorca y actualmente tiene un bagaje gastronómico importante. Detrás están las historias sobre las raíces de este pueblo, que se han ido perdiendo y algunas otras que por suerte se mantienen aún vivas. Historias aún por explicar de estas mujeres, que de niñas representaban una ayuda importante para la casa. Sus funciones comenzaban por ayudar a sus hermanos más pequeños; hacer las tareas del hogar y empezar muy jóvenes con las labores del campo.

Algunas estudiaban un poco. Cuando llegaban hasta el certificado de estudios ya sabían cual sería su futuro, 'sa Marjal'. "Siempre íbamos a escuela, cuando llovía. Cuando hacía buen tiempo teníamos que ayudar. Casi no conseguí el certificado de estudios. La maestra convenció a mis padres y lo logré. Después mi padre dijo: 'a sa marjal' y allí fui", explica Salvadora Cañellas, nacida en1939.

No era un futuro oscuro. La mayoría de las 'marjaleres' explican con melancolía que, aunque el trabajo era duro, también era gratificante. Estar en esas tierras les aportaba bienestar. Aún ahora, explican, cuando van a las 'marjals' se sienten muy bien. Su forma de relatar la vida de aquel entonces tiene una fuerza poco habitual, su forma de vivir desprende una fuerza de origen ignoto. Según ellas, entre risas, tal vez de la 'Marjal Poblera'.

"Todo lo hacíamos a brazos y ahora todo se hace con maquinaria, hasta algunas herramientas han desaparecido", explica Catalina Mir (1930) de Can Barraca. Lo importante era sobrevivir y lo hacían con muchísimo esfuerzo. Si les era posible comían lo que producían, porque aún recuerdan el racionamiento de la época. "La vida era muy triste. Producíamos para comer pero no lo podías utilizar para comer, porque nos lo quitaban", explica Catalina Mir. "Había malicia porque si sabían que tenías trigo o arroz, venían las espías y te lo quitaban. Tenías que ir con mucho cuidado porque había miseria", sigue.

Estudios

"Los profesores le dijeron a mis padres que al menos tenía que terminar el certificado de estudios, terminé la escuela y después ya no continué. Mi padre decía que tenía que ir al campo, y fui al campo", explica Salvadora Cañellas de Can Magarro (1936).

Otra de ellas, Margalida Socias Socias, de ca na Xerrina (1920), explica que "fui a escuela hasta los doce o trece años, siempre que llovía íbamos a la escuela y cuando hacía buen tiempo, íbamos a 'sa Marjal'". Catalina Mir sigue: "vosotras no haríais lo que hicimos nosotras, antes de la comunión ya quería ir a 'Marjal' y ahora no lo haríais", explica. "No sabíamos las cosas. La gente de antes era lista pero tonta, porque nos faltaba tanto por saber. Ahora lo entiendo por todo lo que sabe en un momento mi nieta", concluye.

La dieta

"Teníamos trabajo y no podíamos ir a las verbenas, había mucho trabajo y el regar era de cada día", apunta Joana Cañellas (1933), de 'Can Gelat'.

El trabajo diario y todos los productos que les ofrecía el campo hacía propicio que realizaran sus comidas en sus casetas y no fueran al pueblo a comer. "Cada día comíamos arroz, con dos patatas y también si podíamos un trozo de 'camaiot' y por las noches patatas fritas y la berenjena, que era como el trozo de carne. Así vivíamos. Comer así era haber tenido un buen día'", explica Socias. "Comíamos lo que teníamos de temporada, y allí en 'Sa Marjal', porque así luego volvíamos a trabajar otra vez en seguida y nos cundía más".

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