La tradición de ornamentar los templos cristianos de Mallorca con neules se remonta, como mínimo al siglo XV, ya que los primeros documentos hallados datan de 1470. Un año más el templo parroquial de Nostra Senyora de la Consolació de Porreres no ha sido una excepción. La semana pasada unos 30 vecinos de la localidad participaron en la colocación de los adornos para tenerlo todo a punto para celebrar la Navidad.

En sus primeros años, según cuentan los historiadores, las neules servían como una especie de calendario entre el tiempo de Adviento y Cuaresma. Esta tradición sigue respetándose y para ello del salamó central se han colgado nueve neules grandes y tres más pequeñas, que hacen referencia a las semanas y días que separan el día de Navidad del miércoles de ceniza.

Actualmente las formas son de papel blanco, pero en la antigüedad eran comestibles y además de su función ornamental tenían otra escenográfica para el canto de la Sibil·la, que, al finalizar su intervención y con un golpe de la espada, cortaba el hilo que las sostenía y caían al alcance de los niños, simulando la caída de los astros durante el cataclismo final, como anuncia el canto.

Otras fuentes apuntan que el hilo que cortaba la Sibil·la, sostenía una coca de Nadal que también era esperada con ansias por todos los menores que asistían a la misa de Maitines.

Este ha sido la tercera vez que Juana Pilar Toledo Ferrer ha ido confeccionando sus particulares neules con estampas tan porrerenques como Monti-sion, el templo parroquial, los gigantes Bet y Roc, el ca de Sant Roc o el escudo municipal. El año pasado convirtió en neules los dos escudos de las congregaciones religiosas que habían estado en Porreres durante 155 años: las Franciscanas Hijas de la Misericordia y las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Este año le ha tocado el turno de la Filharmònica Porrerenca, que durante 2017 cumplirá 175 años de su fundación y a otras entidades como los Aires de Monti-sion.

Las neules decorarán el templo parroquial, también conocido como la Catedral del Pla de Mallorca por su majestuosidad, hasta después de las fiestas de Sant Antoni, como es habitual.