El tradicional Sopar a la Fresca de Binissalem se celebró ayer con la incertidumbre de un tiempo muy desapacible y que no dejó de amenazar lluvia. Sobre las tres de la tarde descargó una intensa tormenta sobre el pueblo vinícola que causó cierto desánimo en muchos vecinos. No obstante, pasadas las cuatro se calmó y muchos de ellos se animaron para montar las mesas. No se engalanaron las calles tan profusamente como de costumbre, pues el temor seguía latente, pero sí cenaron en compañía de parientes y amigos en la calle.

Andreu Villalonga, teniente de alcalde de Binissalem, manifestó que "es difícil cuantificar la asistencia a la fiesta pero, a pesar del mal tiempo, no ha dejado de acudir gente". El Sopar a la Fresca de Binissalem es el acto más multitudinario de las Festes de sa Vermada. Normalmente acuden entre 15.000 y 18.000 visitantes. Ayer probablemente descendió esa cifra pero siguió siendo igual de multitudinario.

Por fortuna no se produjo el grave colapso de tráfico que se temía en las carreteras a causa de la huelga de trenes. Villalonga: "Es una lástima que se haya producido esta eventualidad puesto que se han suprimido los trenes nocturnos, lo que sin duda ha desanimado a gente para acudir a nuestro pueblo". Jeroni Salom, alcalde del municipio, agregó que "lo que es una lástima es que se aproveche una fecha tan señalada para llevar a cabo estas reivindicaciones pues no perjudican a la empresa, sino a nuestro pueblo".

Estacionamiento

Los aparcamientos habilitados en las entradas del pueblo funcionaron con normalidad y fueron absorbiendo el flujo de vehículos que, desde las 19 horas de la tarde llegaban en buen número hasta Binissalem.

Si hubo un protagonista destacado del evento fue el barro, pues los aparcamientos provisionales se situaron en fincas rústicas, cedidas para tal ocasión. Se habilitaron en total cuatro: un0 en la entrada desde la carretera de Inca, otro en el Camí de Pedaç y dos más junto a la carretera vieja de Lloseta. Además de estos aparcamientos, también se usaron varios solares urbanos.

El Ayuntamiento repartió unas 6.000 botellas de vino a un precio simbólico de un euro. Se entregaba una botella para cada seis comensales. El dinero recaudado se destina al departamento de Servicios Sociales.