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Entrevista

Jaume Morey: "Todavía hay familiares que hoy no quieren hablar de la represión en Artà"

Primer alcalde de Artà de la democracia (1979-1987) y director general de Administración Educativa (1999-2003). Desde hace una década investiga sobre la Guerra Civil en Artà

Jaume Morey, que fue el primer alcalde democrático de Artà, investiga las consecuencias de la Guerra Civil en el municipio. biel capó

-¿Cómo definiría 'Llarg camí al desastre'?

-Mi idea era realizar una serie de entrevistas a supervivientes, creyendo que ésta sería una de las maneras de explicar qué había sido la represión. Fui recogiendo mucha información oral de víctimas directas o de hijos o nietos. Entonces intenté descubrir alguna cosa más, el porqué de la represión de artanencs contra artanencs. Investigué la política del consistorio del Frente Popular y me cuestioné de dónde surgió. Desde principios del siglo XX hasta que me paré en 1944-45 cuando hubo los últimos ataques directos, aunque la represión continuó? hay causas militares que se cierran veinte años después de muerta la persona investigada. Y te preguntas... ¿Cómo acabó la guerra en realidad?. Si hablamos del miedo, todavía ahora existen familiares que no quieren hablar del tema, bien porque les recuerda lo que padecieron o bien porque continúan teniendo miedo.

-¿Cuáles son los hechos diferenciales de Artà respecto a otros pueblos de Mallorca?

-Hubo un bombardeo de lo que se llama 'fuego amigo', que quiere decir que los aviones italianos que venían a bombardear la escuadra de Alberto Bayo, tiraron dos bombas en Artà y mataron a doce personas. Este es el hecho diferencial. Porque el resto, con más o menos intensidad, es lo mismo que sucedió en otros pueblos: Represión, listas preparadas, milicianos que estaban dispuestos a realizar el trabajo sucio de matar si se lo ordenaban. De hecho, hubo un consistorio del Frente Popular que hizo una política que no sabes muy bien qué hubiera pasado sin el golpe. Hubiera podido producir un cambio social importantísimo, porque propusieron acogerse a la Ley de Reforma Agraria, cuando había unas 3.000 hectáreas que estaban programadas para parcelar y permitir el acceso a la propiedad de lo que entonces era la profesión de payés, y sobre todo a jornaleros. En Artà había poca superficie agrícola parcelada si lo comparamos con Capdepera y sobre todo con Son Servera. A artanencs que se habían ido a comprar para tener una propiedad agrícola propia a estos municipios, les fue bien para sobrevivir, lo que fue un reclamo.

-Jaume Miró ha escrito la obra de teatro sobre lo sucedido en el Coll d'Artà. ¿Considera que estos son buenos ejercicios de memoria histórica?

-Sí. En Artà estaban previstas dos representaciones y se hicieron seis o siete, y no hicieron más porque los actores ya tenían otros trabajos. Un nieto de uno de los once que salían en la foto, ni se dio cuenta de que estaban hablando de su abuelo porque en su casa no querían hablar y tenía una idea vaga de los hechos.

-¿Todavía existen tabús y miedos, no?

-Sí. De las últimas entrevistas que realicé, dos resultaron fallidas porque no querían hablar de ello. A una amiga le pregunté si su madre me contaría la historia de su padre y me dijo: "sí yo te lo arreglaré y te diré el día que podrás venir a verla". A la mañana siguiente me llama y me dice que no, que desde que se lo comentó su madre no paraba de llorar. Otros simplemente no quieren hablar, porque explícitamente no quieren revivir aquello. Otro de los señores entrevistados se levantó varios días a las cuatro de la mañana; se ponía debajo de un algarrobo y su mujer le decía "¿Qué haces a estas horas en lugar de dormir?"... él le contestaba que tenía que repasar su historia. La pervivencia de lo que fue aquello se alarga en el tiempo.

-¿Cuál era la situación política de Artà?

-En el Frente Popular había cuatro regidores que eran del partido socialista y cuatro de Esquerra Republicana. El líder era el batle Boira, una persona de consenso. Con él había dos personas que, desde 1909 ya tenían participación, habían recorrido muchos años mezclados en la política, evidentemente desde la oposición y en grupos minoritarios.

-¿Todavía quedan supervivientes?

-Prácticamente no. Hay alguna persona que fue soldado y que tuvieron que hacer la mili en Menorca, pero de los protagonistas ya no quedan. El último que contó su historia murió hace cinco o seis años.

-¿Cómo acabó el 'Batle Boira'?

-Le persiguieron. Tenían preparado escapar en una barca desde Cala Bona. Por la noche se fueron desde Aubarca, que era donde estaban escondidos, hasta Ca s'Hereu a casa de un familiar para descansar. Por la noche les tenía que esperar una barca en Es Ribell. La cuestión es que a media tarde, un artanenc que estaba en la estación del tren de Son Servera les avisó que iban a detenerles y enseguida partieron hacia el Puig de sa Font. Al Batle lo dejaron en el Alzinar, que es una possessió cerca del Coll d'Artà. Desde allí, cuando hubo el desembarco se fue con Bayo a Menorca; consiguió plaza en el Devonchá, se fue a Marsella y de Marsella a un campo de concentración. Después le ofrecieron trabajo cerca de Amians, en el norte de Francia, y allí estuvo hasta que murió. Murió en el exilio; hay gente que dice que quería regresar y otros que dicen que no. Tuvo un accidente, un coche lo atropelló y lo dejó prácticamente inválido; al cabo de poco tiempo, murió.

-¿Nos podría comentar la historia del Campament dels Soldats, el horror que se vivió ese año?

-Era el año 1941. Eran soldados republicanos que habían pasado a Francia. Con la invasión alemana de Francia, algunos prefirieron regresar. Unos fueron a la Resistencia, otros se quedaron y les ingresaron en campos de concentración y otros quisieron regresar. A la vuelta, les detenían y los distribuían en estos campamentos. Eran batallones disciplinarios, una condena que tenían que cumplir. Inicialmente tres batallones vinieron a Artà para construir una pista desde Son Morell hasta los pies de Sa Talaia Moreia, la del Cap Ferrutx y allí en una explanada que hay, instalar una batería antiaérea, que no se materializó. Había unos 900 prisioneros condenados a trabajos forzados. Durante un año excavaron y aplanaron; después había una brigada de obreros profesionales que realizaban los refuerzos de las paredes y construyeron la pista. Al principio lo pasaron muy mal, porque los mandos que tenían eran gente terrible con castigos corporales, poca comida... hasta el punto y esto me lo contó uno de los supervivientes, que el director del Hospital Militar hizo saber al Comandante Militar que no se hacía responsable de lo que pudiera pasar en el campamento, desde el punto de vista sanitario. A finales de año se disolvió el batallón.

-En el libro también saca a la luz documentación inédita del Pare Ginard en cuanto a lo del 'Batle Boira'.

-El Pare Ginard empieza a escribir un nuevo Argument de Sant Antoni. Él parte con la idea de realizarlo para las fiestas de 1937. Entonces empezaron a ocurrir cosas que cada noche anotaba. Él fue uno de los que vio los aviones cuando tiraban las bombas y le vino de un pelo no morir como murió una persona que había pasado hacía un minuto cerca de él. Escribe un diario con informaciones fiables.

-¿Qué otro tipo de información es relevante?.

-Los archivos militares dan una información, por un lado, de hechos acontecidos y, por otro, ves qué clase de justicia había, cuando a uno se le acusaba, el juicio ya estaba hecho. Les proveían de abogados defensores que a lo mejor cambiaban tres o cuatro veces porque eran militares y les destinaban y no podían seguir con la defensa. Venía otro y al cabo de un tiempo lo mismo, era una indefensión absoluta, aparte de la idea de que eras tú que tenías que demostrar que eras inocente.

-¿Ha sido difícil acceder a los archivos militares?

-Difícil no, un problema era que inicialmente se tenía que pedir permiso y me decían que sólo podía ver tres causas y yo anotaba cuatro o cinco y los tres que encontraba. Me dijeron que como mucho había un 25% catalogado, el resto estaba sin catalogar. Está la ley pero no hay medios.

-¿Se sabe cuántas fosas comunes hay en Artà?

-Hallé en el archivo municipal el libro de entierros, que es un libro que ha desaparecido de muchos archivos. Allí encontré lo que supongo que era el lugar de entierro de algunos que mataron por aquí, porque coincidía, no apuntaban el nombre, pero sí si era un hombre y coincidían los datos y el sexo y según el libro están enterrados en un lugar concreto del cementerio. Son cuatro cuadrados entre los cipreses y están enterrados en el primero, que con los años construyeron un anexo de nichos, de tumbas pequeñas y por tanto hay una parte ajardinada que contiene alguno de estos cuerpos y otros deben de estar debajo de estas tumbas. Después dos personas distintas me hablaron de una fosa del Coll d'Artà y uno me dijo que tenía una finca allí y que antes se veían los cuerpos mal enterrados, pero cuando se hizo la última ampliación de la carretera se lo llevaron todo.

-¿Qué opina como investigador que hasta ahora sólo se haya actuado en la fosa de Sant Joan?

-Es complicado llevarlo a cabo, aunque hay una ley que aparentemente lo permite, pero después existen las dificultades de localización.

-¿Qué mensaje daría a los jóvenes respecto a la importancia de la memoria histórica?

-Una persona me dijo que desde entonces no han vuelto a dormir. Su mujer es viuda de un asesinado. Cada noche oye que le repican en las persianas como la noche que se llevaron a su esposo. Es un padecimiento que ha durado tanto y tanto que todavía no se ha terminado. Sobre todo los jóvenes tendrían que descubrir y saber que hubo gente que cuando era difícil hacer política la hicieron aún sabiendo que se exponían mucho.

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