Casi un millar de participantes, especialmente jóvenes, tomaron parte ayer, sábado, en Lloseta en su jornada de amistad anual. Se dividieron en quintadas, un total de 42, (de 1955 a 1998).

Cada quintada lucía una camiseta de color diferente con la identificación de la quinta a la que pertenecía cada participante. Para comer, los distintos grupos fueron distribuidos en los establecimientos de restauración de la localidad, previo pago de dieciséis euros.

A las cinco de la tarde, y hasta la una de la madrugada todas las quintas se volvieron a reunir para escuchar música, y comentar vivencias pasadas, en una carpa patrocinada por el ayuntamiento y situada en la avenida del Cocó.

La agrupación local de Sandungueros llevó a cabo una exhibición. Se dispuso un servicio de bar y, además, un puesto de venta de comida para los que querían cenar.

Los beneficios que se obtuvieron en este puesto de comida fueron entregados a la asociación Aspanob, que trabaja en la lucha contra el cáncer infantil.

Selva, por su parte, también celebró un encuentro de diferentes quintadas. En este caso se trató de la primera edición.

El resultado no pudo ser mejor pues, según la Policía Local, se congregaron unas 900 personas pertenecientes a 50 quintas diferentes.

Joan Rotger, alcalde de Selva, manifestó su complacencia ante "tamaña respuesta para ser la primera vez. Cabe decir que es un triunfo de la participación popular que a buen seguro deparará que cada año se organice".

Cada quintada selvatgina, al igual que las de Lloseta, lucía su camiseta personalizada. Sin duda el acto más entrañable fue el pistoletazo de salida que se le cedió al quinto más veterano, el único representante de la quinta de 1914: Miquel Martorell, de 102 años.