Suena a paradoja, pero las antiguas torres de defensa que se construyeron hace 400 años en diferentes puntos estratégicos de la costa mallorquina para alertar a la población de los peligros que amenazaban la isla por vía marítima han estado durante muchos años totalmente indefensas frente a la imparable degradación que sufren como consecuencia del paso del tiempo y el desinterés particular e institucional por su conservación. Sin embargo, no todo está perdido. El Consell de Mallorca aprobó ayer por unanimidad la puesta en marcha de un programa de conservación de las torres de defensa que facilitará la restauración de hasta 26 de estas viejas construcciones siempre y cuando los propietarios así lo soliciten.

En la isla se conservan unas sesenta fortificaciones de este tipo, que presentan diferentes grados de conservación. La mayoría de las torres fueron construidas entre mediados del siglo XVI y finales del XVII. Las torres costeras son bienes protegidos a nivel estatal, a partir de un decreto de 1949 sobre protección de castillos españoles que más adelante se hizo extensivo a toda la arquitectura defensiva. Además, a partir de 1998, la ley de Patrimonio Histórico de Balears pasó a considerar estas fortificaciones como Bienes de Interés Cultural (BIC), una declaración que el Consell ahora quiere potenciar para que las construcciones obtengan la categoría de monumentos.

El programa aprobado ayer por la institución insular tiene el objetivo de restaurar este patrimonio mediante ayudas en forma de mano de obra a los propietarios de las torres que quieran acogerse a esta iniciativa. Se subvencionará a los dueños con la prestación de técnicos y operarios especializados de la brigada de Patrimonio Histórico del Consell. La convocatoria será de libre concurrencia y plurianual y el coste económico de las horas de trabajo que se ponen a disposición de los interesados es de 500.000 euros para un programa de cuatro años. Los propietarios, por su parte, deberán aportar los materiales necesarios para la restauración de las torres.

El plan del Consell contempla únicamente la restauración de una serie de torres que todavía no se encuentran en un estado irreversible de degradación. Las intervenciones se centrarán en las fortificaciones que estén en disposición de ser restauradas, dando preferencia "a las que han empezado a derrumbarse pero todavía no han padecido colapso estructural". El resto de construcciones que actualmente no pueden ser restauradas por dificultades de acceso o por limitación de medios de la administración "serán objeto de un seguimiento continuado para aplicar medidas urgentes de consolidación puntual o precinto en caso de agravamiento extremo".

La torre de sa Mola, en Andratx, se conserva relativamente bien.

A la hora de seleccionar las torres que son susceptibles de ser restauradas, el Consell se basa en un trabajo realizado en 2006 por parte del arquitecto Joan González de Chaves y la historiadora Lucía Garau, quienes revisaron el estado de conservación de 57 fortificaciones. De ellas, un total de 26 construcciones presentan un estado de conservación bueno o regular, según el inventario de protección del patrimonio cultural europeo elaborado por el Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE).

Entre las torres que están conservadas de forma "regular" figuran construcciones como las torres de Cala Figuera y ses Illetes (Calvià), Sa Penya Roja (Alcúdia), las torres des Morro des Forat, sa Calobra y na Seca (Escorca), las de Cala en Basset y s'Evangèlica (Andratx) y la torre Nova des Cap Vermell (Capdepera).

Más amplio es el grupo de torres susceptibles de restauración y que presentan un estado de conservación "bueno". En este listado figuran construcciones emblemáticas como Sa Talaia d'Albercutx (Pollença), las torre des Cap Blanc y de s'Estalella (Llucmajor) o las torres Picada y del Port de Sóller (Sóller), entre otras fortificaciones.