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Entrevista

Miquel López Crespí: "Se ha dejado perder un inmenso tesoro histórico: los elementos de nuestro patrimonio rural"

"Tengo muy presentes las historias y anécdotas que me contaba mi abuela Francesca Torrens"

Miquel López Crespí (sa Pobla, 1946).

Miquel López Crespí (sa Pobla, 1946) es novelista, autor teatral, poeta y ensayista. En 1969, el escritor comenzó sus colaboraciones, especialmente literarias, en los periódicos de Balears. Miembro de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana (AELC), socio de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Mallorca (ARMHM) y de la Obra Cultural Balear (OCB), Miquel López Crespí ha ganado varios premios literarios de poesía, novela, cuentos, teatro y narrativa juvenil.

Fue cofundador y vicepresidente del Ateneo Popular Aurora Picornell e iniciador de la recuperación de la memoria histórica republicana. Colaborador de varios periódicos y revistas de Balears, ha publicado cientos de artículos dedicados a la literatura y la historia de sa Pobla y de Mallorca. Escribe, igualmente, en diarios digitales. Desde comienzos de los años setenta ha publicado cien libros de narrativa, poesía, teatro, memorias, novela y ensayo. Ha sido traducido al inglés, el castellano, el francés y el rumano.

-¿Qué significa para usted pasar a engrosar la lista de 'poblers' ilustres reconocidos con la máxima distinción que otorga el Ayuntamiento?

-Me siento muy honrado y quiero expresar públicamente mi agradecimiento al ayuntamiento de sa Pobla, en especial a mi amigo Biel Ferragut, alcalde de la localidad, por haber tenido la amabilidad de pensar en mi obra. Igualmente, a todos los partidos políticos de mi pueblo que han aprobado la propuesta por unanimidad. Gracias a todos y todas. Este habrá sido uno de los hitos más importantes de mi vida y siempre lo deberé a sa Pobla, mi pueblo."Para mí, el campesinado y sa Pobla han sido siempre mi auténtica universidad"

-¿Qué importancia ha tenido sa Pobla en el desarrollo de su obra, en los cien libros que ha publicado hasta el momento y en los miles de artículos que han salido en los periódicos de Balears estos últimos cincuenta años?

-Sa Pobla es fundamental en mi formación humana y cultural. Sin los 'poblers', sin el ejemplo del 'marjaler', nada habría sido posible. En esta tarea de formación quiero hacer especial mención a mi abuela, Francesca Torrens Comas 'Nana'. Tengo muy presentes las anécdotas, las historias que me contaba a menudo y que yo de pequeño escuchaba como si se tratara de los cuentos más interesantes y sabrosos. Lo cierto era que sabía muchos cuentos, como muchas de sus amigas de generación. Con aquellos cuentos de antes de la invasión Disney o japoneses actuales, los viejos transmitían a los más jóvenes no sólo el acento, el tono de la voz, los registros más secretos de una lengua; también transmitían las costumbres, las tradiciones, igual que los miedos y las alegrías de todo un pueblo, de una sociedad.

-¿Las clases dominantes mallorquinas siempre han despreciado a los agricultores, considerados incultos, aptos sólo para el trabajo esclavo para caballeros y rentistas?

-Es evidente que los agricultores sólo eran carne de cañón para vividores del sudor de los trabajadores. Pero yo, descendiente de labradores, no tengo esas concepciones. Al contrario, para mí el campesinado, sa Pobla, han sido siempre mi auténtica universidad. En el fondo, sea contando acontecimientos concretos o los más fantasiosos cuentos, aquella gente nos explicaba a su manera la historia de sa Pobla. Y los profesores eran sus protagonistas: los 'poblers' y 'pobleres' que, de una tierra baldía, árida, levantaron el vergel más frondoso de la isla a costa de su trabajo, de un sacrificio inmenso. Después, las generaciones que les hemos sucedido no hemos tenido mucho cuidado de las maravillas que levantaron con su trabajo: un frondoso ejército de molinos de agua, las más de mil norias que había en sa Pobla en los años diez del siglo pasado. Con el esfuerzo de los antepasados, sa Marjal se convertiría en paraíso verde por donde circulaba el agua alimentando los cultivos de patatas, judías, trigo, cacahuetes, todo lo que, desde aquel tiempo, han sembrado los agricultores de nuestro pueblo.

-¿Cuál es su valoración de sa Pobla actual?

-Desgraciadamente, en las últimas décadas se han dejado perder muchos elementos que formaban parte de nuestro patrimonio rural como los molinos de extracción de agua, se han estropeado innumerables norias, estanques ... Todo un inmenso tesoro histórico, páginas escritas sobre la tierra hechas monumento. O qué otra cosa es uno de nuestros molinos, una de las norias que todavía quedan yendo a s'Albufera. ¿Qué fue de los maestros artesanos de todos los oficios, los artistas del hierro, la madera y la piedra que construyeron a principios de siglo las 'esculturas' (¡los molinos!) que hoy ningún escultor moderno sabría hacer? Yo todavía he subido, en los huertos de Can Verdera y Ca Na Ximbona, sobre la torre del molino a recoger las velas del molino. Yo todavía he estado a tiempo de que los abuelos me enseñaran qué era el 'ramell', la cabria, la cola o el violín de un molino. Quizás, la nuestra es la última generación que ha visto trabajar manualmente a los carpinteros de Cas Senceller, Can Mascó, Can Rian, Can Muxella o Can Malondro. O a los herreros instalando y arreglando las bombas de pistón, aquellos hombres de Can Puça, Can Cinto, Can Pel de Mél, can Xim, Can Cerol.

"¿Qué fue de los maestros artesanos de todos los oficios? Los artistas del hierro, la madera..."

-¿Cree que con cierto enriquecimiento debido al turismo se han perdido algunas de nuestras raíces?

-Indudablemente, y pese al esfuerzo actual para la recuperación de nuestras señas de identidad. Uno ha conocido sa Pobla antes del empuje turístico, mucho antes de que la televisión acabara con los cuentos junto a la chimenea. El campo de sa Pobla todavía estaba lejos de la mecanización del presente. Los tractores no se conocían. Todo se hacía a base de hombre o animal. Caballo, mulas y burros eran los reyes de la creación. Sólo, y no siempre, una trilladora servía para aliviar el trabajo para preparar el trigo o las judías para los almacenes y la exportación. Entonces todo eran canciones (¡y alguna maldición,evidentemente!).Eran tiempos en los que cada trabajo concreto del campo (trillar, segar, arar, regar, recoger aceitunas, sembrar judías) tenía una tonada adecuada.

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