El pancaritat de la ermita de Santa Magdalena, en Inca, registró mucha menos gente que otros años. La limitación de comensales por paella, que se había fijado en 50 pasó factura a la participación.

Hubo opiniones para todos los gustos. Algunos consideraron un acierto eliminar las macropaellas que cocinaban los partidos políticos y que garantizaban la asistencia de varios miles de personas y otros consideraron un fracaso que hubiera tan poca gente en la explanada del Puig d'Inca.

Bien es cierto que la participación en el tradicional concurso de paellas llegó a los 23 participantes, una cifra pocas veces vista. Cabe recordar que el año precedente fueron 15 paellas.

Lo más importante, posiblemente, de la jornada fue el regreso de la talla de Santa Magdalena que había sido apartada en la reforma de la ermita de los años 90. Esta talla, acorde con los gustos de los inquenses, ha sido restaurada y ayer volvió a su ermita en un carruaje tirado por percherones. Tras la comitiva procesional desfilaron representantes del consistorio acompañando al párroco, Antoni Vadell.