El Domingo de Ramos marca el inicio de lo que serán los días más sentidos de la Semana Santa mallorquina. Ayer, pese a que las nubes hicieran peligrar en algunos momentos la bendición de palmas, el cielo finalmente aguantó y miles de fieles acudieron a la llamada de la en las principales plazas de la part forana, preludio de los actos centrales de las celebraciones litúrgicaa que están por venir.

Según la tradición, durante el Domingo de Ramos es cuando los cristianos conmemoran la entrada de Jesús de Nazaret en Jerusalén, cuando según la Biblia fue aclamado por una multitud pocos días antes de su pasión, muerte y posterior resurrección, que se recordará en las procesiones del miércoles, jueves y viernes santo.

Actualmente la celebración se enmarca más dentro de un acto puramente familiar en el que los padres y abuelos acompañan a los hijos y nietos a bendecir las palma, algunas de ellas profusamente adornadas, o con algunas ramas de olivo que cada parroquia suele facilitar minutos antes de iniciarse el acto religioso. En todo caso todos intentaron lucir ayer sus mejores galas de domingo.

Asimismo en muchos de los pueblos también destacó la presencia de los asnos, animal con el que se cuenta que Jesús entró en Jerusalén, recreando o evocando así nuevamente el pasaje. El momento en que los párrocos animaron a todos a levantar sus ramas para que fueran bendecidas, fue el momento más emotivo para todos, el instante en que el todo el mundo quiso que el agua bendita llegara a su palma, que a partir de ahora quedará colgada en muchos de los balcones de la part forana como símbolo de haber cumplido con la tradición.