Antoni Mateu Ferrer, de Can Rinya, fue hijo de una humilde familia que trabajó para darle estudios. Ocupó un puesto en el registro de la propiedad al tiempo que desarrollaba una intensa vida política local y regional.

Era un caballero apuesto, con mucha personalidad y carisma. Como político no hay duda de que siempre fue un republicano convencido. Así se desprende de sus escritos en un diario que llevaba durante su etapa de estudiante en Madrid. Pese a su declarado anticlericalismo, era de talante moderado y por encima de todo muy demócrata. Protestó enérgicamente ante el pleno consistorial cuando en un acto de irracionalidad se derribaron las cruces de término de Inca por la manifestación de incultura e intolerancia que suponía tal proceder.

El levantamiento fascista del General Francisco Franco le sorprendió pasando unos días de descanso en Pollença. Allí tuvo oportunidad de huir a Menorca en una lancha junto a dos diputados socialistas, José Ruiz del Toro y Amós Ruiz de Lecina, aunque declinó hacerlo al considerarse poco importante como para interesar a los golpistas.

Se equivocó; fue detenido y encarcelado hasta su fusilamiento. Pasó angustiosos meses en el antiguo almacén de maderas de Can Mir de Palma, reconvertido en prisión. Fue juzgado por un tribunal militar que usó pruebas incriminatorias falseadas, según un testigo que muchos años después reconoció ante el historiador Josep Massot i Muntaner que vio "fabricar" las pruebas.