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Carnaval

Sa Pobla recupera el Dijous Gras

Las personas mayores quieren renovar la tradición particular del Dijous Llarder, muy relacionada con el oratorio de Crestatx, pero las asociaciones están divididas

Los mayores de la asociación Sa Nova, durante la romería que celebraron el año pasado. J. Payeras

­Hace cuatro años, Antoni Vallés, presidente de la asociación de la tercera edad de sa Pobla Sa Nova, tomó la iniciativa de recuperar la celebración de la fiesta del Dijous Llarder. Se trata de una antigua tradición de los poblers que, documentalmente, es más que centenaria.

Del significado de este jueves se habla y se escribe suficientemente cada año en la época de carnestolendas. Sobre la forma de celebrarlo en sa Pobla, durante la segunda década del pasado siglo XX, ofrecen suficiente aportación testimonial algunas de las crónicas del vicario Joan Parera Sansó, publicadas en la revista local Sa Marjal. De ellas, se desprende que el jueves lardero era una fecha importante del calendario festivo-religioso, de unos días que marcan la frontera entre el desenfreno, el jolgorio y la permisividad propios del carnaval y las siete próximas semanas de cuaresma, que imponían una serie de privaciones o contenciones y cierta espiritualidad.

Reseñas históricas

Rescatando las citadas crónicas, se observa que el 23 de febrero de 1909, “a las seis de la mañana el Vaumar (actual Plaça Major) ya estaba lleno de sillas para el baile de la tarde al que acude todo el pueblo” y que esa misma tarde unos 50 Congregantes de Acción Católica, acompañados por el vicedirector, después de comer, acuden en romería a Crestatx a celebrar un pancaritat.

Dos años después, otro apunte del 19 de marzo de 1911 de la citada revista, dejaba constancia de que “por la tarde, un nutrido grupo de madres, con gran devoción, va a ofrecer a sus infantons a Santa Margalida de Crestatx”.

El 16 de febrero de 1913, la crónica daba cuenta de que los mozos o quintos, cuyo sorteo les había deparado un destino lejano donde cumplir su servicio militar, junto con sus familiares, “formando gran multitud acuden a dar las gracias a Santa Margalida de Crestatx”, precisamente el día del Dijous Llarder.

Avanzamos cuarenta años en el tiempo y, por el comentario publicado en el Boletín de Información Municipal de marzo de 1955, que confeccionaba el entonces secretario del Ayuntamiento Alejandro Cuéllar Bassols, se deduce que la fiesta había entrado en una fase de decaimiento, que no de olvido ni desaparición. La celebración del Dijous Llarder todavía seguía latente en los corazones de la gente más mayor y con ansias de intentar su recuperación. “El jueves lardero se celebró la tradicional romería a la ermita de Crestatx que tanto auge ha tomado en estos últimos tres años. La concurrencia, a pesar de que el tiempo ventoso no era muy propicio, fue bastante numerosa...”

Cuando el año 2013, la asociación de tercera edad Sa Nova impulsó la iniciativa de recuperar la antigua tradición se recurrió a las citadas y otras crónicas de las que se desprende claramente ese sentido festivo, lúdico y, a la vez, religioso comentado anteriormente, que envolvía la celebración del Jueves Lardero; como dejan también claro que el oratorio de Crestatx y sus santas: Margalida y Lourdes, eran objeto de profunda veneración por parte de los moradores de sa Pobla.

En sa Pobla, curiosamente, existen tres asociaciones de tercera edad, cada una de ellas con su particular y respetable línea de actuación. El pasado año, mientras una de ellas, Sa Nova, celebraba el Dijous Llarder, en Crestatx, con un centenar de participantes, otra lo hacía con una comida social en un conocido restaurante de la zona. Hay quien piensa que, tal vez, lo más acertado hubiera sido que las tres asociaciones se hubieran puesto de acuerdo para organizar conjuntamente el pancaritat de Crestatx, lo que hubiera supuesto un paso de gigante para recuperar el esplendor que, según la historia, tenía antaño.

Rivalidad

Por otra parte, los conocedores de las rivalidades internas existentes entre las tres agrupaciones, opinan que el acercamiento entre ellas, siquiera para organizar un determinado acontecimiento popular en común, es poco menos que imposible. Alguien, pues, tendría que mediar con la intención de recuperar esta tradición.

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