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Sa Pobla

Los 'Caparrots' animan la fiesta desde 1953

Las fiestas de Sant Antoni de sa Pobla incorporaron a los emblemáticos cabezudos hace 63 años y desde entonces se han convertido en unos de los personajes más queridos e imprescindibles para los 'poblers'

Las figuras, durante el baile en la Plaça Major, en el año 1953. archivos j. llabrés y j. campaner

No son un elemento ancestral de la fiesta, ni sus rostros describen la peculiar fisonomía del carácter pobler, pero desde su llegada, en el Sant Antoni del año 1953, supieron granjearse las simpatías y admiración de propios y extraños, hasta convertirse en un símbolo insustituible de las fiestas del santo eremita que sa Pobla venera desde su propia fundación como villa. Son los Cabezudos, ahora Caparrots, personajes que levantan pasiones con sus desfiles y bailes, única y exclusivamente la noche de la revetlla y el mediodía del Santo Patrón.

Fue en el transcurso de una sesión plenaria del Ayuntamiento que presidía como alcalde Onofre Pons Martorell, celebrada a finales de 1952, cuando se acordó adquirir siete cabezudos. La propuesta la había presentado, anteriormente, el regidor Andrés Gelabert Avellá Manesquelet, que había presenciado, en diferentes poblaciones de la península, desfiles de cabezudos animando sus festejos.

Así se tomaba una decisión que solucionaba la preocupación del Ayuntamiento de aportar a la fiesta de Sant Antoni "algo que le diera nuevo aire. Incluso se había pensado en la posibilidad de adquirir una pareja de gigantes para que recorriendo las calles de la población y bailando en la Plaza Mayor fomentaran la animación callejera. Pero esta idea, ante la magnitud de su presupuesto tuvo que ser abandonada". Así lo cuenta Alejandro Cuéllar Bassols, en aquel entonces secretario municipal, hombre culto, promotor de importantes iniciativas.

Los primeros cabezudos

Los primeros siete cabezudos fueron encargados al establecimiento El Ingenio de Barcelona, fundado y regentado por Josep Cardona Torres, y costaron 2.435 pesetas, incluidos los quimonos que vestían, confeccionados con tela de cretona. "Sobre molde de escayola, el material empleado era cartón piedra, engrudo, agua, harina, pintura acrílica, y una dosis de raticida para evitar que las figuras fueran atacadas por las ratas cuando permanecían almacenadas", según datos facilitados por la trabajadora del Museu de Can Planas de sa Pobla, Margalida Rayó, que visitó en varias ocasiones el mencionado establecimiento barcelonés "cuando era regentado por la hija de su fundador, Rosa Cardona Oms y que cerró el pasado año" con el objetivo de recoger información.

Mientras los cabezudos estaban en proceso de fabricación, en sa Pobla se trabajaba en la preparación de un desfile y unos bailes, que interpretarían los grotescos personajes la víspera y día de Sant Antoni. Fueron seleccionados siete jóvenes que serían los intérpretes del espectáculo, que estaría amenizado por una pieza musical, cuyos arreglos fueron encargados al músico y compositor local Gaspar Aguiló, quien se puso a trabajar en las tareas de adaptación, armonización y acoplamiento al ritmo previsto de la popular canción Jo i un Pastor. Una vez lista la partitura de piano, interpretada por Jaime Serra Beltrán QKT, empezaron los ensayos en el despacho parroquial, componiendo las figuras y marcando los pasos de la danza, entre palaciega y burlesca, que hoy todos los poblers y pobleres llevan en sus venas.

Admiración popular

La primera aparición en público de los cabezudos, la noche del 16 de enero de 1953, fue apoteósica. Las figuras fueron recibidas con cara de sorpresa y admiración y con una gran salva de aplausos por parte del gentío que abarrotaba las aceras de las calles, pisadas en su recorrido al son de la banda de música, desde la Casa Consistorial al templo parroquial. Un gentío que aumentó a la salida de Completes y que se acumuló sobre la Plaza Mayor para presenciar su baile.

Los responsables del consistorio de sa Pobla habían acertado de lleno en la decisión de incorporar a la fiesta a aquellos personajes, que a pesar de ser foráneos fueron acogidos con la nobleza y generosidad que caracteriza a los habitantes de sa Pobla.

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