El éxito puede ser abrasador. Y más si el calendario hace que éste coincida en fin de semana. Anteanoche, justo una semana antes de que la víspera de Sant Antoni vuelva a sumergir a Manacor en un conjuro de llamas, dimonis, hierbas y cerditos apocados, la plaza de la Concòrdia volvió a llenarse hasta los topes. Miles de personas con el pertinente papel en la mano, cantaron las letras religioso-festivas de los Goigs que otra vez, si es que caben, intentarán interpretar dentro de la parroquia de Els Dolors en el Cant de Completes de día 16.

Eso no pasaba hace tan solo cinco o seis años, cuando era relativamente fácil caminar cerca del fogueró del Molí den Cotà, sentarse, charlar y hasta poner a asar tu longaniza sin que el vecino de pinzas se confundiera y arrasara con todo. Por no hablar de hace veinte, cuando la fiesta de Sant Antoni en Manacor apenas conseguía aglutinar a la juventud, que veía las celebraciones como una tradición añeja y poco motivadora.

Pero lo que hay que valorar es la realidad del momento, y la de anteanoche se contó en millares, igual que la del sábado se podrá contar en decenas de miles. Es la remontada del anacoreta, del ermitaño de la capucha defensor de los animales, la misma que hizo que la Concòrdia se llenara de música, de gloses, jolgorio, risas y amistades... que es lo que al fin y al cabo importa.