De lo que debe ser el nuevo y resplandeciente Magaluf conocemos al dedillo las opiniones de nombres propios conocidos del panteón político, turístico y mediático. El alcalde Alfonso Rodríguez Badal. El alto cargo municipal Joan Mesquida. El presidente hotelero de la zona, Sebastià Darder. El vicepresidente y consejero delegado de Melià, Gabriel Escarrer Jaume. Pepe Tirado, de Acotur. Javier Pedreira, de ALOC. El líder de la oposición, José Manuel Ruiz. La secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego. La presidenta Francina Armengol. El conseller Biel Barceló. El embajador británico en España, Simon Manley. Y así hasta un infinito de nombres que, en los últimos tiempos, han hablado sobre hacia adónde debe ir el nuevo Magaluf, después de que se haya decidido que ya no sirve el viejo Magaluf de 2x1, concursos de camisetas mojadas, disfraces de penes en despedidas de soltero y excursiones para emborracharse. En cambio, no ha trascendido tanto la opinión de vecinos y trabajadores que mueven la maquinaria hotelera de esta localidad. La gente que sufre los orines en sus portales, que se tiene que enfrentar a prostitutas al volver a casa después de una jornada maratoniana, que apenas llega a trabajar seis meses al año (y gracias). Gente que en invierno tiene que vivir en un decorado abandonado sin apenas un triste bar abierto en el que tomar un café. Todos ellos tuvieron ayer voz por primera vez, en una buena iniciativa que se incluyó en la jornada de puertas abiertas sobre el Magaluf del futuro.
