-¿A las puertas de unas elecciones generales, qué le pediría al nuevo gobierno?
-Debe ser muy dialogante y apoyar a la gente que desde hace décadas trabaja en temas medioambientales. Ahora España tiene una de las mejores legislaciones de Europa en esta materia, pero los políticos no tienen en cuenta la labor realizada. No hace falta destinar un gran presupuesto al medio ambiente, simplemente dialogar y aplicar la legislación y los recursos existentes.
-¿Qué partidos le ofrecen más confianza a la hora de aplicar buenas políticas ambientales?
-El gobierno de Zapatero (PSOE) fue muy positivo a nivel medioambiental por las políticas de las ministras Narbona y Aguilar. Creo que PSOE y Ciudadanos formarían un buen tándem para priorizar el medio ambiente.
-¿Qué prioridades establecería en Mallorca?
-Lo más urgente es aplicar zonas de exclusión para los buitres negros. Deben marcarse inmediatamente. Otra prioridad es limitar los herbicidas en la agricultura. Es fundamental. También establecer diálogo con los propietarios de la Serra, que deben estar apoyados por la administración, pero también controlados por ella. La imagen general de Mallorca es muy buena y debemos mantenerla.
-¿La población de buitres negros está recuperada en la isla?
-Se han recuperado los nidos y cada vez hay más parejas reproductoras, lo que está muy bien porque la población estuvo a punto de desaparecer. Sin embargo, de nada servirá que críen las parejas si los nidos son destruidos por las visitas. Este año la población de buitres pequeños que han conseguido volar se ha reducido, y esto es muy significativo. La solución sería muy sencilla: zonas de exclusión. Las zonas de cría deben respetarse, y esto no significa que no puedan contemplarse.
-¿Y a nivel nacional qué políticas ambientales deben aplicarse?
-Hemos pasado cuatro años trágicos para el medio ambiente. Todo se ha hecho al revés, ha sido una estafa. Las leyes son muy buenas, pero deben aplicarse con sentido común. Los políticos solo piensan a cuatro años vista, pero hay que mirar 30 años más allá, pensando en los niños que ahora tienen entre seis y ocho años, que serán quienes gestionen el planeta herido por el cambio climático.
