El mercado del Dijous de Inca dejó ver algunos de los primeros frutos otoñales. Las calabazas ya se amontonaban en algunos de los puestos, las bellas y coloridas usadas como adorno, con sus formas retorcidas y texturas rugosas a veces, lisas otras; y las calabazas para cocinar, aunque cabe decir que todas son comestibles. Las destinadas a adornos se vendían a uno o dos euros la unidad, dependiendo del tamaño. Las destinadas a la cocina costaban a un euro el kilo. La calabaza tiene un elevado contenido en agua, alrededor del 92%, por lo que es una hortaliza muy baja en calorías, aporta alrededor del 25-30 kilocalorías. Su aporte en proteínas también es reducido, alrededor de un gramo. Es más rica en carbohidratos y en vitamina C y contiene vitaminas del grupo B, E y ácido fólico. En cuanto a minerales, destaca el calcio, el magnesio, el manganeso y el potasio. Es antiinflamatoria, diurética, previene el estreñimiento, y favorece la dieta de las personas diabéticas puesto que sus carbohidratos son de absorción lenta.
También se pueden adquirir los ‘gínjols’
Otro de los frutos otoñales son las azufaifas (gínjols en catalán). El puesto de Macià Crespí, payés de sa Pobla, ya ofreció ayer varios canastos de azufaifas de un tamaño apetecible. Es sabido que las azufaifas se parecen a una aceituna, pero últimamente, y debido a injertos se han conseguido frutos mayores. Macià las vendía ayer a tres euros el kilo. El azufaifo, el árbol que produce este fruto, fue domesticado en el sur de Asia hace más de 4.000 años por su fruto comestible, y se han descrito unas 400 especies diferentes. El azufaifo, es muy rico en vitamina C, B1 y B2. Comparado con otros frutos comestibles, un azufaifo al día aporta las cantidades diarias recomendadas de vitamina C y del complejo B3. Cuando madura, tiene propiedades laxantes suaves. Hoy en día, algunos estudios clínicos apuntan a que sus propiedades antioxidantes pueden ser de ayuda en la prevención del deterioro de la memoria.
