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Óbito

El adiós del popular 'Luisito' y su camioncito

Luis Llebre era uno de esos personajes peculiares que se ven en muchos pueblos y que en sa Pobla fue muy querido

Todas las ciudades, todos los pueblos, tienen sus personajes peculiares. Unos destacan por sus gracias, otros por sus excentricidades u originales comportamientos que hacen que los veamos diferentes. Otros, sin embargo, están ahí y pasan desapercibidos aún que cada día te cruces con ellos, en la calle o intercambies un natural saludo en el bar que frecuentáis. Son aquellos personajes que conforman una estampa urbana cotidiana, tan natural y habitual, con la que apenas uno había reparado, pero que se nota a faltar cuando llevas algunos días sin cruzarte con aquella persona. Preguntas por ella y recibes la triste nueva que te anuncia que nos dejó para siempre.

Este es el caso de Luis Llebre López, un personaje peculiar, silencioso y bonachón, trabajador infatigable, que con su forma de ser supo granjearse el aprecio y el respeto de los poblers y de tantos y tantos otros isleños que le conocieron en muchos rincones de la isla, que recorrió en sus tiempos de chatarrero o de vendedor ambulante de objetos de segunda mano, con su lento pequeño carromato, parte integrante de la estampa urbana que dibujaba Luís, Luisito, como se le llamaba por su baja estatura.

Nacido en Benamejí (Córdoba) hace 72 años, a los 19 vino a Mallorca para trabajar en las minas de carbón de Selva y Alaró. Cumplió aquí el servicio militar en la efervescente época franquista de los sesenta, cobrando 34 pesetas diarias. Contaba que, siendo niño había trabajado en el campo y cortando leña en el bosque para venderla o hacer carbón, ayudando, así, a la subsistencia de la familia: su madre, que enviudó recién nacido él, y sus tres hermanos.

Con 14 años empezó a bajar en una mina de plomo, llamada "mina de la Petaca, porque dicen que un minero la perdió allí y jamás la encontró", comentaba. Luis tuvo que aferrarse a llevar una vida errante. Terminado el periodo de servicio militar se trasladó a Cataluña y trabajó en la mina de la Potasa, en Sallent y unos diez años en la construcción, siempre cuidando de su madre, con la que regresó a Mallorca el año 1962, estableciendo su residencia en Sineu y luego en María de la Salut.

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