Hubo un tiempo en que el sótano de la Casa de la Vila era el lugar donde se almacenaban las cáscaras de almendra con las que, durante los meses del frío invernal, se alimentaban los braseros de los vecinos. Con la llegada de la electricidad la estancia se convirtió en el calabozo municipal, con lo que aquellos sacos de fuel tuvieron que salir de allí.

Esa liberación, debidamente adaptada en fiesta, es la que desde hace siete años los jóvenes de Petra reinterpretan cada julio en ses Clovelles, una lluvia de cáscaras lanzadas desde el propio balcón del Ayuntamiento, mezcladas con agua para apagar tanto el calor, como el polvo provocado por el fruto seco.

Ayer, pasadas las cuatro de la tarde, centenares de personas llegadas incluso en autobuses de otros pueblos de la isla, se agolparon frente a las puertas de la vieja cárcel para liberar los 2.000 kilos de provisiones y empezar todos juntos la batalla. Pistolas, botellas o cubos, cualquier cosa para mezclar con las cáscaras, que pronto cubrieron toda la calle.

Pero la fiesta de ses Clovelles empezó algo antes, cuando a mediodía el grupo de baile de Santa Pràxedis, representada este año por Antònia Santandreu, soltera de 42 años, danzó sus rituales antes de que unas 500 personas quedaran a comer de paella en la estación, antes de las almendras.