Bàrbara Sunyer aguarda sentada junto a una mesa repleta de fotografías que explican parte de sus 57 años en la casa: "Desde que me casé vivo aquí y sigo con la tradición junto a la familia", explica. Allí recibe la gratitud (a veces en forma de donativos) de las familias que se han acercado a s'Hort des Correu de Manacor para intentar que sus hijos pequeños se curen de las hernias pasando por entre las ramas de los dos vimers sanadores coincidiendo con los primeros rayos del día de sant Joan.

Faltan cinco minutos para las seis de la mañana y decenas de coches ya están aparcados en unos terrenos segados expresamente para la ocasión. "Este año la gente tiene más fe", dice; solo así es posible explicar por qué los niños son el doble que en 2014, "hemos agotado los números, había preparado para 32 y han sido 43". Nunca antes, y eso que hace al menos cuatro generaciones que familia Sureda-Sunyer está al cargo, se habían superado los cuarenta.

A las seis y veinticuatro y por orden de llegada, van pasando desnudos por en medio de una rama previamente cortada longitudinalmente, cuya savia se frota en la parte herniada del niño. La luz deja paso a los lloros y estos a las mantas con las que los padres intentan apagar el susto y el frío. Poco después de las siete termina de pasar el último y la tranquilidad vuelve al jardín.

Aunque el ritual no haya terminado, muchos sienten el alivio de dejar los nervios atrás. Algunos es la segunda vez que se encomiendan al árbol, para la mayoría es la primera. Ahora deben saldar con hilos de rafia y barro la rama por donde han pasado sus vástagos. Fuerte, dejando también el número de paso dado al principio y una tela de colores (todas son distintas) para reconocer cuál es la suya. Es importante porque dentro de un mes, cuando llegue la festividad de sant Jaume y vuelvan a s'Hort des Correu, podrán comprobar que si el tallo ha sanado, su hijo también lo habrá hecho. Lo que sucede entre un 80 y un 90% de las ocasiones.

Otra de las singularidades de la tradición es que ni ayer ni hoy es conveniente que los niños (no se admiten ni adolescentes ni adultos) se duchen, para así aumentar el efecto del ungüento recibido durante el proceso.

El ritual del vimer de Manacor, pese a ser anterior, "cobra fuerza a partir de los años cuarenta y de ahí siempre ha ido en aumento", explica Emili Henares, estudioso de los misterios que ocultan las dos mimbreras (una es 'hija' de la otra que se supone que es del siglo XIX) de lo que fue un gran jardín botánico. "Recuerdo que durante los primeros años el paso era muy rápido, porque solo venía tres o cuatro familias", dice Bàrbara, cuyas hijas y nietas continúan ejerciendo de transmisores del pequeño milagro.