El síndrome del 'nido vacío' de la campaña

A los padres que ven con tristeza cómo sus hijos con edad de emanciparse abandonan el hogar para volar por sí mismos los especialistas en psicología les dicen que sufren el síndrome del 'nido vacío'. Tienen un sentimiento de pérdida, de abandono. No hay, en cambio, ninguna expresión para definir el sentimiento de pérdida que padece el ciudadano-elector cuando, una vez concluida la campaña electoral, ve cómo el ciudadano-candidato vuela alto y en solitario hacia el mullidito y confortable sillón de los salones relucientes de los ayuntamientos de la part forana. Durante las dos semanas de campaña, el ciudadano-elector se siente querido, mimado y halagado hasta la extenuación por esos seres encantadores de sonrisa fija que se presentan a las elecciones. El vecino se maravilla con la atención y sensibilidad que demuestra el aspirante ante cualquier problema que le cuente por muy nimio que sea, ya sea una caca de perro en la acera o una farola que no ilumina. "Yo lo arreglaré", le dice con aplomo el candidato. Todo son parabienes, buenas palabras y, sobre todo, cercanía con el político. Es la fase del encantamiento. Pero, como sucede en muchas relaciones, tras el encantamiento, viene el desencanto. Cuando acaba la campaña electoral, el ciudadano-elector ve con orgullo cómo su retoño-candidato, ése al que ha visto crecer y desarrollarse, se emancipa hacia la poltrona. El sentimiento de 'nido vacío' le puede sobrevenir al ciudadano-elector en las próximas semanas, cuando intente hablar con ese concejal tan encantador de la campaña y éste dude primero en reconocerle y le conteste después, secamente y hablándole de usted: "Sí, no se preocupe. Hable con mi secretaria".