Diario de Mallorca

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Artesanos 'vidriers'

Soplando cristal en la tormenta

Sin escuelas que enseñen el oficio, los pulmones de la artesanía del vidrio se deshinchan por momentos - Si no hay relevo joven no puede haber regeneración

Pedro Torres, artesano de Gordiola con más de veinte años de experiencia, sopla lo que será una copa del modelo ´Fenicia atrompetada´.

Son las seis de la mañana y toca hacer acopio de leña. La primera tarea del día siempre es la misma: lograr mantener el horno donde se dejan reposar las piezas ya elaboradas, a 600 grados centígrados. 48 horas; solo en ese tiempo y forma se logra que el cristal no se quiebre al pasar de los 1.100ºC de su fundición a la temperatura ambiente. Todo lo demás es técnica y dedicación a un oficio, el de vidrier, que mira por el retrovisor mientras ansía un relevo que de momento no llega.

Muy lejos quedan los tiempos en que Palma estaba llena de artesanos del cristal soplado, en que la demanda era una isla y la competencia exterior apenas inquietaba. Hoy en Ciutat ya no queda ni una sola fábrica y las que resisten se diseminan en el mapa de la part forana: Vidres Gordiola en Algaida, Lafiore en el municipio de Valldemossa y Menestralia en Campanet.

Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco se colocan las gafas de sol antes de salir de la tienda que Gordiola tiene abierta en el centro de Palma. Es abril de 1956 y su visita les ha llevado también a conocer el horno situado en La Portella donde los artesanos se han afanado en demostrarles las técnicas centenarias con las que se trabaja el vidrio mallorquín.

Fue una de tantas visitas ilustres a una fábrica abierta en 1930, y que cerraría 40 años después, cuando la normativa ya no permitió actividades industriales en pleno barrio gótico. El destino: un castillo grandioso construido cerca de la carretera hasta Manacor, doscientos años después de que la saga vidriera naciera en 1719.

Más de cuatro décadas después la gran sala de trabajo sigue igual, solo que oscurecida por el humo de las millones de piezas concebidas desde entonces. Las historias de dentro son otra cosa. Pedro Torres hace veintiún años que empezó y duda que la jubilación le llegue entre las copas que hoy, junto a Toni Massot, Pep Jaume y Joan Juan, van sacando adelante sin pausas. "Cuando empecé, en Mallorca quedaban unos 20 vidriers. Hoy quedamos menos de diez en toda la isla. No hay escuela donde aprender el oficio ni los jóvenes sueñan con serlo, así que el relevo es casi inexistente". Según Torres, para aprender la técnica y poder trabajar con soltura "primero deben pasar unos diez años de aprendizaje", lo que dificulta aún más la continuidad a corto plazo.

Esta mañana el soplado no es grandilocuente, es decir que en el plan del día no hay ninguna lámpara Corfú ni Farol Mallorquí que plante una estampa espectacular para los turistas que transitan por un lateral de la fábrica, atentos a la elaboración. "No hay que tener mucha fuerza de pulmón, en realidad cuando el vidrio está caliente es como soplar un globo".

El modelo de lámpara Corfú es uno de los más solicitados. Su precio ronda los 200 euros y su fabricación es una de las más espectaculares.

Aunque Gordiola tenga entre 700 y 1000 piezas distintas en su catálogo, en realidad son los vasos, copas y lámparas lo que sustenta una producción, que además de surtir al mercado isleño (incluidas restauraciones como la que realizan a la gran lámpara del Teatre Principal de Inca), también sale a Estados Unidos (el último decorador de la Casa Blanca es uno de sus clientes) o la República Dominicana.

Pero la crisis ha obligado a virar el rumbo desde la decoración más cara, "la gente cambia habitualmente de zapatos, pero no de lámpara", hasta el menaje más práctico y útil para el día a día. Quizás por ello la pieza más vendida en Lafiore sea la aceitera mallorquina. "Hace años que me preguntan si los años acabarán con el oficio. También se lo decían a mi padre y se jubiló en ello. Yo creo que la cuestión está en saber adaptarse al mercado, a los productos que demanda, bajando los costes de producción con una tecnología mejor, con hornos que consuman menos..." explica Miquel Tortella, responsable de la empresa familiar de la carretera de Valldemossa que antes se llamó Art i Foc y que a mediados de los 80 internacionalizó su nombre por el actual.

Un ejemplo del cambio de estrategia sería es el que permite, desde el año pasado, que cualquiera pueda ser artesano por un día soplando su propia pieza de cristal. "Es una iniciativa que está teniendo bastante éxito. Desde nuestra página web o simplemente solicitándolo en la fábrica, desde niños hasta adultos, pueden probar y realizar su propia bola de vidrio durante los quince o veinte minutos que dura la actividad". Todo por un precio de 20 euros.

Y es que el principal mercado de venta de la empresa de Valldemossa es, ahora más que nunca, es el mallorquín, "ya sean turistas o residentes, nuestras ventas están sobre todo aquí, aunque no hayamos parado de exportar a Francia o a Alemania".

Menestralia, en las afueras de Campanet, es el otro ejemplo de la artesanía hecha desde la fragilidad que queda. La empresa se fundó en 1965 y desde entonces ha pasado por diversos propietarios, los últimos de los cuales no ven un futuro demasiado halagüeño: "Es imposible mantener la actividad con los costes tan altos que se necesitan para producir", lo que explica que hasta este próximo mes de abril no puedan reanudar la elaboración de piezas.

El príncipe Rainiero de Mónaco y su esposa Grace Kelly, saliendo de una de las tiendas de Gordiola en Palma, en abril de 1956. Posteriormente otros miembros de realezas internacionales también han admirados los productos de vidrio mallorquín. ALDEGUER GORDIOLA

Explican que hasta hace unos pocos años, antes de la recesión, el principal cliente eran particulares y empresas extranjeras: "El 70% de la producción se iba a hoteles mallorquines en el Caribe, así como a mercados como EEUU, Bélgica, Italia, Alemania o Francia. Ahora vender fuera de Europa es demasiado complicado, ya que el euro, en relación al dóllar, está demasiado caro". Este año el producto de más éxito ha sido el vaso, confirmando la mejor salida de productos de uso cotidiano como aceiteras o champañeras. "Sin dejar de fabricar cualquier pieza a medida que nos soliciten".

En una cosa todos coinciden: faltan ayudas y apoyo institucional para seguir adelante: "Somos una tradición, patrimonio mallorquín".

han colaborado en la información: Joan Pons y Jaume Mateu

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