La misma moneda siempre tiene dos caras diferenciadas. Las dos caras del tren quedaron reflejadas el pasado martes en la estación ferroviaria de Inca, donde se celebró el acto conmemorativo de los 140 años de la llegada del tren a la capital del Raiguer.
Hacía apenas un día que se había puesto en marcha el nuevo sistema tarifario del tren (el viernes, día 20, no cuenta, porque el estreno fue muy problemático) y algunos usuarios no ocultaban su enfado por las molestias que ocasiona hacer cola en las máquinas para comprar el billete y después en los tornos para pasar.
Mientras los periodistas esperaban a las autoridades que debían destapar una placa para recordar la efeméride, un viajero que acababa de bajar del tren, visiblemente enfadado, empezó a gritar en el interior de la terminal que SFM "es una chapuza" y sus trabajadores "unos chapuceros". Incluso la emprendió contra los plumillas y casi llega a las manos con el jefe de prensa del ayuntamiento de Inca, que le plantó cara.
Claro que no todos los usuarios opinan igual ni se muestran tan expeditivos como este a la hora de expresar su enfado, pero la anécdota refleja, en parte, el sentir de los viajeros habituales del tren, molestos con un sistema que una semana después de su estreno aún no supera el 85% de efectividad.
El triunfalismo de las autoridades
La otra cara de la moneda del tren se mostró un poco más tarde. Concretamente, a la hora del discurso del gerente de Serveis Ferroviaris de Mallorca. José Ramón Orta explicó sus vivencias de juventud con el tren, vehículo que, según aseguró, ha utilizado mucho a lo largo de su vida.
La guinda del pastel fue la definición que el gestor ferroviario hizo de los trenes que circulan actualmente por las vías mallorquinas. "Tenemos los trenes más modernos de Europa", apuntó sin ruborizarse y ante las miradas de reojo de los periodistas. Menos mal que el citado viajero ya había pasado por allí, porque si llega a escuchar la bravata del político popular, tal vez se arma la de Dios es Cristo en el hall de la terminal.
En cualquier caso, si Orta considera que tenemos los trenes más modernos de Europa, tal vez no haya llegado hasta la estación de enlace, punto en el que, según su apreciación, acabaría el continente europeo y empezaría el africano.
