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Patrimonio

Expolio y redención de la nave romana de Porto Cristo

Tras décadas de saqueos sistemáticos, el Consell da permiso para estudiar hasta 2018 la estructura del pecio, sacar a la luz las piezas que queden y cubrir su protección

Parte de la colección de lucernas y monedas romanas mostradas en el Museu d'Història de Manacor. s. sansó

No hace falta ser un gran detective para conocer la verdad del caso. A poco que se indague, en Porto Cristo todo el mundo conoce, quizás muy de cerca, a algún culpable (los hay silenciosos, orgullosos y hasta arrepentidos) de uno de los expolios submarinos más famosos y reiterados de Mallorca. Es un saqueo que habla de lucernas, de ánforas, de cerámica y de alguna moneda; el de buceadores a lo Indiana Jones, que reflotaron tesoros enarenado a diez metros de profundidad.

Corría la década de los cuarenta, tal vez de los cincuenta del primer siglo después de Cristo, cuando el mal tiempo hizo zozobrar una embarcación romana muy cerca de la playa, casi llegando (tal vez saliendo) del puerto natural dels Hams. En su interior, decenas de ánforas alargadas de unos 75 centímetros de altura y con asas, probablemente cargadas de vino, y muchas lucernas de aceite con las que comerciar.

Hace casi dos mil años, el agua se coló por las grietas de la madera y convirtió la embarcación y su cargamento en pecio. Y así continuó, incluso décadas después del asentamiento poblacional de la zona, a finales del siglo XIX. No fue hasta 1936 cuando los trabajos de dragado del puerto, justo antes de la Guerra Civil, evidenciaron el descubrimiento

Pero fue la construcción del espigón (popularmente conocido como es Martell) ideado para evitar un exceso de oleaje de entrada al puerto y a la playa urbana, la que combinada con la acumulación de tormentas y mareas, desenterraron definitivamente el 'cofre' romano. De hecho la referencia escrita más antigua de ello es un artículo de Baltasar Pinya para el semanario Arriba, el 18 de septiembre de 1955, donde dice que "a raíz de un movimiento natural de la arena del mar", unos niños encontraron restos de la nave "en las aguas que hay entre la playa de Porto Cristo y la escollera conocida como es Martell".

De ahí a la caza patrimonial solo hubo un paso. Centenares de vecinos intentaron sistemáticamente (incluso a pulmón) vaciar lo que pudieron de la parte trasera del espigón, a entre cinco y diez metros de profundidad. Muchos lo consiguieron y mantienen escondidas sus piezas. Otros, más sensibles con la historia patrimonial, las fueron cediendo al Museu d'Història de Manacor, que hoy en día y pese a estar muy mutilada, conserva una de las colecciones de lucernas y lámparas más importantes de España. Crónicas de la época hablan incluso de la venta ilegal de distintos de elementos en plena playa, como simples recuerdos para turistas incipientes.

Nueva campaña subacuática

Para tratar de salvar la situación y ante el deterioro sistemático del yacimiento, el Institut Balear d'Estudis en Arqueologia Marítima (IBEAM), solicitó hace unos meses al Consell de Mallorca iniciar una campaña más profunda para protegerlo, a lo que esta semana Patrimonio ha informado de forma favorable. "En realidad no sabemos con exactitud en qué condiciones se encuentra el pecio", explica el director de la campaña, Sebastià Munar, "y esa es una de las principales labores que queremos acometer, determinar cuál es la arquitectura naval de la embarcación".

De hecho Munar ya encabezó en 2012 un sondeo de pequeñas dimensiones ante el peligro de degradación de los restos. Un estudio bajo el agua que ahora se ampliará con un equipo de submarinistas madrileños venidos de Eivissa, quienes bajo la supervisión de técnicos del Consell, intentarán, por un lado sacar los restos materiales que puedan quedar, estudiar detalladamente lo que queda de la estructura del pecio y finalmente cubrir el yacimiento con una estructura protectora "todavía por determinar".

"Todo dependerá del dinero del que dispongamos". El proyecto, que podría empezar antes de verano y que tiene permisos hasta 2018, se nutrirá de financiación privada. "Lo que no haremos será emerger a la superficie lo que queda de la embarcación, ya que la madera podría dañarse tras tanto tiempo bajo el agua. Si ha aguantado dos mil años, es mejor dejarla donde está", señala.

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