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La lucha por la salud

El germen de la actual sanidad pública

Cuatro historiadores analizan en una nueva publicación los motivos por los cuales en la Mallorca del siglo XIX los índices de mortalidad se situaban en los mismos niveles que las zonas más desarrolladas y eran mucho más bajos que en el resto de España

Imagen actual del Hospital General de Palma, institución que ya estaba operativa en aquellos tiempos. P. S.

La transición entre el Antiguo Régimen y el liberalismo que se produjo en la primera mitad del siglo XIX conllevó cambios significativos en la sociedad mallorquina. Una de las facetas que más cambios experimentaron estuvo relacionada con la salud de las personas, beneficiada por un proceso de modernización general en todos los ámbitos sociales.

Los mallorquines del siglo XIX seguían todavía sujetos a las enfermedades y a las epidemias para las cuales todavía no había cura. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo, la mortalidad en Balears presentaba índices muy parecidos a los de los países más avanzados y, además, era significativamente más baja que en el resto del Estado español. Si en España la esperanza de vida se situaba en los 33 años, en Mallorca alcanzaba los 42 años en la década de 1860.

Con el objetivo de buscar una respuesta a esta curiosa circunstancia, cuatro doctores en Historia, Isabel Moll, Pere Salas, Joana M. Pujadas y Eva Canaleta, acaban de publicar el libro 'La lluita per la vida. Administració, medicina i reforma sanitària (Mallorca 1820-1923)', un documentado estudio que arroja mucha luz sobre aquellos años y ofrece diversas conclusiones clarificadoras.

Pere Salas, doctor en Historia Contemporánea y coautor del estudio, explica que "Mallorca no era el paraíso en la tierra, había caciquismo, pero en comparación con el Antiguo Régimen registra avances significativos". La sociedad mallorquina de la época era principalmente agrícola, aunque entra en un proceso de capitalización y de crecimiento industrial "mayor de lo que se había dicho hasta ahora". "El 80 por ciento de la población era payesa, pero preocupada en mejorar; se llevaron a cabo importantes cambios de cultivo que necesitaban grandes inversiones y un conocimiento importante del mercado", explica Salas.

A nivel administrativo, el liberalismo, que se consolidó a partir de 1833, vino acompañado de muchos cambios. Uno de ellos es el reconocimiento de los derechos básicos de los ciudadanos, y entre ellos está el derecho a la vida. En aquella época, eran los ayuntamientos los encargados de gestionar la salud de las personas por delegación del Estado, todavía débil para administrar. El papel de los ayuntamientos fue importante a la hora de modernizar los servicios. Un ejemplo de ello está en la proliferación de carros a partir de 1850. "Ello significa que había una red viaria suficiente, es una consecuencia de la acción pública impulsada por los ayuntamientos, que obligaban a los ciudadanos a trabajar para la administración; todo ello significa integración económica", apunta el historiador.

Foto de familia de los socios numerarios de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Palma. De pie, de izquierda a derecha: Francesc Sancho, Joan Munar, Enric Fajarnés, Josep Rover, Jaume Escales Adrover, Pere Jaume Matas, Eugeni Losada. Sentados aparecen Domingo Escafí, Antoni Frontera, Víctor Valenzuela, Antoni Mayol, Gabriel Martorell y Tomàs Darder. La fotografía pertenece al archivo de la Biblioteca de la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears. La salud de las personas adquirió entre los siglos XIX y XX una dimensión que se desconocía en el Antiguo Régimen.

En este contexto, los avances en la salud fueron muy importantes. Los autores de la publicación lo atribuyen a tres factores básicos: el capitalismo emergente, la mayor medicalización y la intervención del Estado. Son momentos en los que la sociedad adquiere una mayor conciencia sobre la importancia de cuidar la salud y ella misma es la encargada de reclamar a la Administración las actuaciones necesarias en materia sanitaria.

Formación de médicos

El libro explica que la profesión de médico se puso de moda y que son muchos los mallorquines que optaron por esta profesión, hasta el punto de que la isla tenía el mayor número de médicos del Estado en proporción con sus habitantes. "Son médicos que forman parte de la Administración, rechazan todo lo que no es académico como los curanderos e impulsan una modernización que será clave".

También se produce un proceso de formación de un "auténtico ejército de enfermeras", las hermanas de la Caridad, que a partir de 1850 se extienden en numerosas congregaciones religiosas. "No son monjas que se dediquen solo a rezar, sino que se especializan en curar, cuidar y enseñar a las madres las primeras nociones de puericultura". Cabe recordar que el infanticidio era una práctica muy extendida en el siglo XIX y era habitual el abandono o el sacrificio de bebés. La consecuencia fue que, entre 1850 y 1875, la mortalidad infantil descendió de forma importante en las islas, hasta situarse en una de las más bajas de España.

Otro factor significativo fue el descenso de la mortalidad debido a catástrofes. "Todavía hay epidemias, pero ninguna de ellas generalizada; existen casos puntuales como el cólera en Andratx o la peste en Son Servera del año 1820, un fenomeno que ayudó a incrementar la medicalización y una mayor concienciación de la sociedad", señala Salas.

Los procesos de aislamiento y los cordones sanitarios para prevenir las enfermedades "son cada vez más profesionales y organizadas". La propia población, con el apoyo de los ayuntamientos, pide estos cordones, en los que colabora el Ejército. Además, "todos los médicos aplican estas medidas de aislamiento y limpieza, y ello también tiene incidencia en el resto de enfermedades".

La modernización de la sanidad era imparable, y en 1886 ya existen microscopios en pueblos como Felanitx o Manacor para controlar las bacterias. Diez años más tarde se experimenta con las primeras vacunas contra la difteria en Pollença. "Son símbolos de la medicalización", sostiene Salas. Asimismo, las vacunaciones masivas contra la viruela en las escuelas se inician en la década de 1840 y a principios del siglo XX toda la población escolar debía estar ya vacunada.

Sin embargo, todas estas actuaciones tienen carácter preventivo y no curativo. "Se conocen los gérmenes, pero no hay antibióticos para hacerles frente, son avances preventivos por cuestiones de higiene y porque empieza a haber una mayor estima por la vida y los niños, que abandonan la lactancia materna más tarde".

Agua y cementerios

Los avances en el tratamiento del agua también son muy explicativos. "A finales del siglo XIX ya se colocan filtros en las aguas públicas de muchos pueblos, y uno de los pioneros es Artà, donde en 1898 se ejecuta una importante canalización con filtros llevados desde Barcelona; la ciudad de Palma se interesa por este proyecto un año después", explica Pere Salas. El concepto de limpieza se sustituye por el de desinfección, y a partir de 1900 es habitual la utilización de cloro para mejorar el agua.

Asimismo, a partir de 1820 los cementerios empiezan a trasladarse desde el interior de los pueblos a solares alejados del casco urbano. "Significaba una inversión muy importante que rompe con una tradición centenaria: por primera vez, los preceptos sanitarios se pusieron por encima de la tradición religiosa". En Mallorca, el proceso de construcción de nuevos cementerios se hizo antes que en la península.

En contra de lo que se podía pensar, en aquellos tiempos había más posibilidades de sobrevivir en la Part Forana que en Palma, donde los índices de mortalidad eran mayores debido, también, a la presencia de tres instituciones que contribuían a aumentar estos datos negativos: La Misericordia, asilo de todos los pobres de Mallorca; el Hospital General; y la Inclusa, el orfanato que recogía a los niños abandonados. "Antes, los hospitales no eran para curarse, sino sitios para ir a morir", precisa el historiador Salas.

En Palma, las condiciones de vida eran peores, mientras que en la Part Forana había más médicos que en la capital. A partir de 1880, cada pueblo tiene su doctor titular, pagado por los ayuntamientos. También empiezan a construirse asilos para albergar a los "miserables" de la Part Forana. En aquel tiempo se colocaron los cimientos de la actual sanidad pública.

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