Ya conocen la frase de Winston Churchill: "La democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien llama a la puerta de la calle a la seis de la mañana, se sabe que es el lechero". Jamás un policía que viene a detenerte sin haber delinquido. En los últimos meses hemos publicado demasiadas noticias relacionadas con escándalos de policías locales. Y no de simples agentes, sino de personas situadas en lo más alto de las cúpulas.

La jefa de Llucmajor tuvo que dimitir por el acoso de sus subordinados y sin que los políticos que debían defender su trabajo levantaran un dedo para hacerlo. En Palma se investiga un escándalo de filtración de exámenes que ya se ha cobrado la cabeza de varios mandos y amenaza la de algún político. Y ahora Calvià -con lo que se completa el trío de municipios de la bahía- con el jefe, un oficial y un agente encarcelados acusados de extorsión y de introducir droga en un local para acusar en falso a sus propietarios.

Sorprende la tímida respuesta del Ayuntamiento de Calvià en un asunto tan grave. Los gamberros de Punta Ballena generan inseguridad, pero más grave es que los ciudadanos tengan dudas sobre los agentes encargados de protegerles. Y aún más angustiante resulta que suene el timbre de casa a las seis de la mañana y alguien tema que quien lo ha pulsado sea un policía local.