Para miles de turistas, británicos sobre todo, Magaluf es un soleado destino del Mediterráneo donde dar rienda suelta al ocio más desenfrenado después de meses de trabajo o de estudio. Un paréntesis con aroma a alcohol para olvidar el estrés cotidiano. Sin embargo, para los 14 concejales populares que componen en la actualidad al equipo de gobierno del ayuntamiento de Calvià, Magaluf no tiene nada de soleado. Por los problemas que les crea, lo deben de ver como un agujero negro que oscurece cualquiera de los logros de su gestión.

Ha sucedido así desde el inicio de la legislatura de Manu Onieva (PP), siguiendo una dinámica de conflictos que ya sufrieron sus antecesores. Si hubiese que hacer un top ten de los principales quebraderos de cabeza del equipo de gobierno, los puestos más destacados aparecerían copados por Magaluf y su principal arteria, Punta Ballena.

Prostitución callejera, conflictos entre tiqueteros, episodios de balconing, casos de violaciones, burdos vídeos sexuales de alcance planetario, problemas de congestión circulatoria y broncas entre propietarios de bares que coexisten en una zona donde en cada palmo de negocio se lucha como si fuera una batalla han deparado una fuente inagotable de escándalos en los últimos veranos. Cuando está a punto de acabar la temporada alta, la reciente entrada en prisión preventiva del jefe de la Policía Local de Calvià, José Antonio Navarro, de un jefe de unidad y de un agente de este cuerpo policial confirma que Magaluf sigue siendo un agujero negro para la gestión municipal. Sus detenciones se producen después de que unos empresarios de Magaluf hayan aportado documentación a la Fiscalía Anticorrupción y a la juez.

"Hay mucha mierda en Punta Ballena. El día que todo salga a la luz, no sé qué pasará", decía hace un par de días un empresario de la zona, donde no falta ningún año alguna trifulca entre propietarios de locales. La tensión en el clima empresarial había subido unos grados este verano. Tras el escándalo planetario que causó el vídeo sexual de una felación colectiva, el ojo de la administración puso su atención en Punta Ballena con una batería de inspecciones. "Nos han venido inspectores de todos los tipos. De sanidad, de Trabajo, del Ayuntamiento...", suspiraba el dueño de un negocio.

Unas inspecciones que han derivado en más cierres de negocios y en precintos de actividades musicales, estrechando márgenes de negocio y avivando rencores y vendettas. "Hay locales que hacen lo mismo que yo y nadie les dice nada", se lamentaba otro empresario que fue sancionado sin poder poner música durante una semana. A principios de legislatura, el alcalde Manu Onieva dijo aquello de "me gustaría que hubiera 10 Punta Ballenas en Calvià", por la riqueza económica que genera en el municipio. Visto lo visto, cabría preguntarle si continúa opinando lo mismo sobre el gran agujero negro político que representa Magaluf.