El Puig de Santa Magdalena acoge el polvorín y su guarnición desde mediado el siglo XX. A finales de la década de los cincuenta se afrontó su construcción. Con anterioridad había un viejo polvorín situado en el bosque de Son Fuster. Aún hoy, en el enlace que une la ciudad de Inca con la autopista a sa Pobla, puede verse una antigua garita situada en un margen del vial. Los antiguos barracones de madera hace tiempo que fueron borrados por el implacable paso del tiempo y la meteorología aunque aún se observan los restos del piso. Ese lugar fue abandonado para ocupar otro mucho mejor desde el punto de vista estratégico y de seguridad. Se perforó el monte de Santa Magdalena de una punta a otra. Un almacén ideal para los proyectiles de artillería del Regimiento 91, titular del polvorín. Recuerdan algunos vecinos de Inca, que en esos años prestaban su servicio militar, como a principios de la década de los 60 ayudaron a transportar los explosivos al nuevo emplazamiento mediante camiones. Desde el punto de vista militar el monte de Santa Magdalena es un enclave estratégico; de hecho, y a pesar de mantener desocupada la guarnición desde hace más de 20 años, hasta hoy Defensa no ha decidido ceder ni siquiera parcialmente el terreno. Su situación casi en el centro de la isla le confiere un papel importante para la vigilancia pues se divisa una gran parte de Mallorca. Precisamente en Santa Magdalena se situó uno de los más importantes puntos de defensa aérea durante la Guerra Civil.