Son los dos únicos municipios de Mallorca que pueden presumir de tener un cero en el casillero relativo a la deuda municipal. Los datos publicados anteayer por el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas constatan que tanto el ayuntamiento de Muro como el de Ariany son los más saneados de Mallorca, ya que no tienen ni un euro pendiente de devolver a las entidades bancarias. ¿El secreto?. No gastar más de lo que se tiene. Una fórmula aplicada en la economía doméstica que, si bien no se traduce en la ejecución de grandes inversiones para ‘vender’ a los electores, sí permite gestionar los recursos sin losas demasiado pesadas en forma de elevados intereses que hipotecan a la corporación para las próximas legislaturas.

El alcalde de Muro, Martí Fornés (Convergència Democràtica Murera), que gobierna en coalición con el PP y el PI, asegura que la consecución de la deuda cero no es tan complicada como parece. “Simplemente, hacemos lo mismo que haríamos en nuestra casa, procurar no gastar más de lo que se tiene ni generar deudas que después son muy difíciles de devolver”. La empatía con los políticos que gobernarán el Ayuntamiento en las próximas legislaturas es otro factor citado por el alcalde murer para tratar de contener el gasto en el presente. “A veces pensamos que nadie tiene que pagar la deuda que generamos, pero deberíamos tener más en cuenta a los que vendrán después de nosotros en el Ayuntamiento”, apunta.

La aplicación de estas fórmulas relativamente sencillas ha permitido al ayuntamiento de Muro eliminar la deuda de dos millones de euros que tenía “hace seis o siete años”, según Fornés. “Poco a poco, hemos conseguido saldarla”. Eso sí, las inversiones no destacan por su espectacularidad. “Hemos llevado a cabo varias inversiones, pero es cierto que en el último año la recaudación ha bajado un poco y la cuantía de las inversiones ha tenido que ajustarse”. El alcalde cita algunos proyectos que se han realizado con fondos propios en los últimos meses, como la compra de las ‘pedreres de Sant Antoni’por 900.000 euros o la habilitación de una línea eléctrica entre Muro y sa Pobla, de la que el Ayuntamiento acaba de formalizar el último pago de una inversión total de 1,2 millones de euros. “Siempre procuramos pagar todo dentro de la misma legislatura para no dejar deuda a los futuros gestores”, apunta Fornés.

El edil también se muestra orgulloso de la media de 16 días con la que el Ayuntamiento paga a sus proveedores, un plazo más reducido que en el resto de ayuntamientos, “donde la media está sobre los 30 días”. “No tenemos ningún problema a la hora de hacer contrataciones, porque las empresas están encantadas”, añade el edil de CDM. Además, destaca el superávit de 2,9 millones de euros que dispone el Ayuntamiento, cantidad que finalmente podrá ser utilizada en ejecutar nuevas inversiones debido a que el Estado ha flexibilizado los requisitos. La situación saneada “es mérito de todos los políticos que han pasado por el Ayuntamiento en los últimos 25 años”, apunta.

Para el alcalde de Ariany, Joan Ribot (PI), la fórmula no es otra que la de “ser consciente de los recursos municipales y concienciar de ellos a los vecinos. La pedagogía en este sentido es muy importante y la gente lo entiende”, explica. Tranquilo por el trabajo hecho durante las dos últimas legislaturas, recuerda “que estos números no siempre fueron así, hace poco tuvimos que endeudarnos para solicitar el crédito estatal de pago a proveedores. Todo por una deuda autonómica de 266.000 euros, lo que para Ariany, que cuenta con un presupuesto de 900.000 euros, es muchísimo”. Un crédito que este pasado diciembre quedó saldado por completo.

“A día de hoy la factura más antigua que debemos a un proveedor es de uno de mayo, o sea que estamos completamente al día”, recalca Ribot, a quien le sorprende que tan solo sean dos los ayuntamientos impolutos. “Tienes que ser consciente del dinero que puedes gastar, y sobre todo ser consciente que las inversiones que puedas hacer tienen un mantenimiento que también habrá que asumir. Hace unos años, por ejemplo, estudiamos la posibilidad de construir una escoleta para niños de cero a tres años, pero lamentándolo mucho vimos que no era viable y no arriesgamos”.