­La historia del Firó cabalga entre la ficción y la realidad. Los documentos escritos que se conservan del siglo XVI que relatan la incursión sarracena en Sóller establecen una cierta distancia con lo que hoy en día se conmemora. Diversos estudios constatan como en siglos posteriores se añadieron anécdotas, mitos y leyendas a los hechos históricos.

La piratería y el corsarismo eran una práctica habitual en el siglo XVI, fomentada y parcialmente financiada por las instituciones del momento. Los corsarios eran más navieros particulares que armaban una nave y partían en busca del botín. Previa autorización del Rey o de su representante, se dedicaban a atacar las costas de los reinos enemigos y capturar barcos, personas, ropas, dinero o mercancías.

Tal y como explica el historiador solleric Plàcid Pérez en sus trabajos sobre la historia en la que se basa el Firó, a comienzos de mayo de 1561 el Virrey de Mallorca, Guillem de Rocafull, envió dos fragatas armadas al norte de África. La misión de las naves era hostigar las costas de Argel, convertidas en un nido de piratas turcos que tenía atemorizado todo el Mediterráneo. Las naves capturaron a ocho turcos que, sometidos a tormento, desvelaron sus planes. El Virrey supo así que una poderosa escuadra enemiga rondaba las costas del Mediterráneo occidental y tenía intención de atacar una villa mallorquina.

El 10 de mayo llegaron noticias de que una flota formada por 23 navíos turcos rondaba los mares de Eivissa. No habiendo podido aclarar el virrey cuál era el pueblo que habían decidido saquear, dio orden al capitán de cada villa para que se desplazara a su respectivo destino para organizar la defensa.

El desembarco

El domingo 11 de mayo de 1561 desembarcaron en ses Puntes entre 1.700 y 1.800 corsarios turcos y argelinos, probablemente guiados por un antiguo esclavo que había huido de Sóller y conocía bien sus peculiaridades. Eran las 4 de la madrugada. Al poco de tocar tierra, un vigilante se percató de su llegada y escapó para avisar a los sollerics.

Los moros tomaron el camino de Sóller y en la zona de Son Avinyona se separaron en dos grupos. El más numeroso, formado por unos 1.000 hombres, se dirigió hacia l´Horta con la intención de cruzar el Pont de Barona y llegar hasta el Convent, a fin de entrar en Sóller por lo que hoy es Isabel II. El resto de tropas accedió a la villa por ses Argiles en dirección a la calle de la Lluna. El objetivo era sorprender a los sollerics desde dos frentes para reducir su capacidad de reacción.

Pero se confiaron demasiado. Los turcos no contaban con que el virrey conocía su presencia y había puesto en marcha el dispositivo de defensa: había enviado a Sóller al capitán de armas para reclutar a todos los hombres en disposición de luchar y había pedido un escuadrón de apoyo a Bunyola y Alaró. El de Santa Maria nunca fue avisado.

El preaviso permitió reunir entre 450 y 500 hombres de Sóller y Fornalutx, agrupados en tres banderas bajo el mando del capitán Joan Angelats, más otras dos banderas (111 hombres en total) de Bunyola y Alaró, a las órdenes de los capitanes Ignaci Garcia y Pere de Sant Joan. Además, Angelats reforzó la guarnición de la fortaleza del Port de Sóller, por si los corsarios decidían atacarla.

El capitán Angelats reunió a sus hombres en el Camp de s´Oca. Dio la orden del repique de campanas y que las mujeres, ancianos y niños abandonasen la villa y se refugiaran en las montañas. El grupo más numeroso de moros ya se encontraba en el Pont de Barona y, desde este punto, descubrió el campamento cristiano. Hubo unos momentos de confusión porque en vez de sorprender a la población, el incursor fue sorprendido. Aun así, iniciaron la batalla mientras el otro grupo de piratas ya saqueaba Sóller desde el otro flanco.

Fueron los momentos de mayor desconcierto. Pero el sargento Antoni Soler decidió hacer frente a los sarracenos apostados en el Pont den Barona y dejar para más tarde la defensa de la villa. Soler era un veterano combatiente de los ejércitos del emperador Felipe II, con mucho prestigio entre sus conciudadanos. Con la embestida de los sollerics los turcos se amilanaron y empezaron a huir. Los cristianos se envalentonaron y los persiguieron en dirección al Port matando incluso el capitán que comandaba la tropa invasora.

Una vez aniquilado el grueso de los asaltantes, el capitán Angelats dio la orden de repliegue y esperar al resto de invasores en Son Avinyons, convencido de que las tropas que estaban saqueando Sóller regresarían sobre sus pasos en algún momento. Y no se equivocó.

Poco tiempo después aparecieron los corsarios con su botín de ropa, dinero joyas y prisioneros. Se entabló una nueva batalla en Son Avinyons, en la que los turcos acabaron por huir sin su botín. Incluso abandonaron sus armas en la huida. Pasado el mediodía, los sarracenos supervivientes levantaron las anclas y zarparon de Sóller tras una estrepitosa derrota.

Se calcula que perecieron unos 211 turcos frente a media docena de combatientes sollerics, sin contar la gran cantidad de heridos de ambos bandos, algunos de los cuales morirían más adelante como consecuencia de las heridas. Así concluía el episodio de la invasión turca de Sóller, la misma que mañana se recreará en el Firó, el día más esperado del año.