Vista a ras de suelo, la Serra de Tramuntana transmite una sensación de majestuosidad. De invulnerabilidad. De omnipotencia. Pero, desde un punto de vista geológico, tiene sus flancos débiles, que, alentados por la erosión, la humedad y las lluvias, dan lugar a desprendimientos de rocas y deslizamientos de tierras. La carretera Ma-10 sufre esta inestabilidad con frecuencia, especialmente en otoño y en invierno.

Tradicionalmente, el tramo más sensible ha sido el de la carretera que une los municipios de Andratx y Estellencs, que ya en marzo de 2010 sufrió un deslizamiento que mantuvo cerrada la vía durante tres meses.

La científica del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), Rosa María Mateos, explica que esta peligrosidad se ha agravado después del incendio que devoró más de 2.000 hectáreas a finales de julio y principios de agosto. El suelo queda desprotegido y totalmente a expensas de la acción erosiva.

"La vegetación se ha quemado y los procesos de erosión son más intensos", manifiesta. Un estudio técnico presentado por Mateos en un simposio celebrado en Palma antes del verano ya identificaba este punto viario como uno de los de mayor riesgo de la carretera de la Serra. Según se puso de manifiesto en aquellas conclusiones, del análisis de los 111 kilómetros del trazado de la carretera Ma-10 "en 19 kilómetros (un 17%) existe peligro de impacto de bloques sobre la calzada".

Código Stone

En declaraciones a este diario, Mateos, quien fue jefe de la oficina del proyectos del IGME en Balears, apunta que para realizar este estudio de peligrosidad no son aplicables las imágenes captadas vía satélite de la Tramuntana en el marco del proyecto internacional Doris. Este tipo de imágenes "no detectan movimientos rápidos" como los desprendimientos de rocas, agrega. Para determinar estas zonas rojas de riesgo, sí que se aplicó el denominado Código Stone, un modelo de análisis en el que se tomaron como referencia aquellos escarpes rocosos con pendientes superiores a los 55 grados.

En este supuesto, entraban tramos de la carretera Andratx y Estellencs, pero también otros sectores de la Ma-10, como la entrada septentrional del túnel Llarg de Fornalutx, o bien el tramo que discurre paralelo al pantano del Gorg Blau. "Estamos hablando de escarpes que están cerca de la carretera y que tienen mucha altura. En algiunos casos son macizos rocosos de piedra caliza", expone Mateos, quien señala que, frente a esta realidad, el tramo que discurre desde Lluc hasta Pollença presenta una "peligrosidad menor", si bien "puntualmente se han producido pequeños desprendimientos".

Esta realidad científica, que se corresponde con los desprendimientos que periódicamente se producen (una media anual de tres caídas de rocas con volumen inferior a 100 metros cúbicos), no pasa desapercibida para el departamento insular de Carreteras. A mediados del pasado mes de agosto, después del incendio que asoló la Tramuntana, los operarios del Consell comenzaron a instalar mallas metálicas con el objetivo de impedir las caídas de piedras, árboles o cualquier otro tipo de elemento natural en la calzada.

Se trata de unas barreras estáticas que sirven, sobre todo, para contener "desprendimientos pequeños, pero continuos" y que están construidos sobre la base de "una estructura de acero, cable y triple torsión", según explican fuentes de la Dirección Insular de Carreteras del Consell de Mallorca.

Mallas de alta contención

Desde el departamento de Carreteras, señalan que ésta es sólo una parte de las actuaciones, ya que, en este tramo de la Ma-10, se está trabajando en un proyecto de "mayor envergadura" a fin de garantizar la estabilidad del terreno. La actuación, que cuenta con un presupuesto de dos millones de euros, consiste en la instalación de "grandes mallas de alta contención en los puntos más sensibles", desde el punto de vista del riesgo de desprendimientos. La previsión es que el proyecto, realizado en coordinación con el Instituto Geológico y Minero de España, esté acabado el mes que viene. Respecto a los otros puntos potencialmente peligrosos que reveló el mencionado estudio científico, el área de Carreteras informa de que también se han llevado a cabo actuaciones encaminadas a garantizar la sostenibilidad del terreno, mediante la colocación de mallas.

Estos pasos dados por las instituciones son valorados por los expertos, que consideran que se requiere una concienciación sobre este tema. Tal y como sostiene la investigadora del IGME, hace falta "sensibilizar a la sociedad mallorquina de la necesidad de incorporar los riesgos naturales con rigor y rotundidad en la planificación urbanística y territorial de la región, con la finalidad de minimizar los posibles daños que puedan ocasionar a la población y al turismo".

Precisamente, Mateos elabora en la actualidad otro estudio sobre la relación de este tipo de movimientos geológicos y la afluencia turística. No hay que olvidar que la carretera Ma-10 soporta altos niveles de presión humana, sobre todo, en verano. Unos turistas que no se cansan de hacer fotos de la Serra como si de una postal turística se tratase. Sin embargo, en la realidad geológica, la Tramuntana no es una foto fija, sino que continúa moviéndose al compás de lluvia, humedad y acción erosiva.