Cuando se habla del gamberrismo turístico o ´holiganismo´ o como se le quiera llamar, se suele abordar siempre desde las mismas ópticas: los típicos reportajes en prensa o televisión de los excesos etílicos; el grito en el cielo que ponen los hoteleros; las encorsetadas reacciones políticas y el terrible ´balconing´, por mencionar sólo algunos ángulos.

?En cambio, no se suele hablar de un colectivo que sufre en primera persona, de manera directa, los desmanes de los turistas incívicos que se olvidaron en su país de origen el significado de la palabra ´educación´. Son las camareras de pisos, esas mujeres que se enfrentan cara a cara a los efectos del gamberrismo en las habitaciones de hotel, intentando restablecer el orden en un caos de botellas vacías, muebles dados vuelta, colillas, restos de comida y sábanas sucias. Unas mujeres que cuentan historias de clientes que les tiran sillas desde sus terrazas, lo que obligó a un hotel a numerarlas para así saber desde dónde se habían lanzado y así localizar al responsable. Unas mujeres que son conscientes de que todo el trabajo que hacen en un día, por duro y largo que sea, deberá ser rehecho al siguiente de manera inexorable.