Un siglo contempla la ininterrumpida actividad de Can Calent, endulzando y refrescando a varias generaciones de poblers desde su kiosco instalado en sa Plaça, junto al Ayuntamiento de sa Pobla. Helados y aigua amb neu, de elaboración propia, en verano; y golosinas, frutos secos y turrones, los meses de invierno. La presencia diaria de su caseta de feria, bajo los frondosos plateros, junto a la Casa de la Vila, representa todo un símbolo para los ciudadanos de sa Pobla y es parada obligatoria para la chiquillería.

El impulsor del negocio, fue Francisco Bonnín Fuster, de Can Pere-Andreu, nacido en sa Pobla el año 1887.

De joven trabajaba de zapatero, oficio que compaginaba con otras actividades como era la venta ambulante de café con leche por las casas del pueblo, a primeras horas de la mañana y los atardeceres de invierno al grito anunciador de su paso: "Calent, caleeent..."! Y de ahí el cambio de apodo por el que fueron conocidos y son conocidos sus descendientes.

Transitaba por las calles portando un recipiente con leche y otro de café y un hornillo de fuego para calentarlos. Así lo contaba Francisco, en una entrevista publicada en la revista local Vialfás en 1961, firmada por Alexandre (entonces Alejandro) Ballester, al tiempo que recordaba los personajes más populares de las ferias de los años cincuenta y sesenta, como Na Simona, célebre castañera, a la que los niños iban a esperar a la estación del tren en su anual y puntual llegada; Mestre Lluc, en Perico o Mestre Pere Joan, un popular orfebre entre otros feriantes. Turroneros, escopeteros, como En Perdiu Seca, vendedores de juguetes, caramelos y otras golosinas; artículos para el hogar, herramientas para las labores del campo y otras atracciones. Todos conformaban aquel ilusionante micromundo acumulado al amparo de los plateros, en torno a la Plaza Major, donde no faltaba el tenderete de Can Calent. Y ahí sigue todavía con los tradicionales productos gastronómicos que endulzan, aromatizan de nostalgia la feria de sa Pobla.

Otras actividades realizadas por l´amo en Calent, fueron las de taquillero en el desaparecido cine de Can Ravell, camarero en el bar del mismo nombre, pregonero del Ayuntamiento durante 24 años, alguacil del juzgado municipal y miembro de la banda de música, afición que continuaron sus cinco hijos.

El café caliente y la leche se consumían preferentemente en invierno, y los meses de verano, en Can Calent elaboraban su propio y típico helado con nieve de la Serra que les traían de Caimari y que vendían en la plaza o paseándolo con el típico carrito de entonces, empujado con esfuerzo por las calles del pueblo aún sin asfaltar, polvorientas y pedregosas, al grito de "al rico helado, mantecado helado, fresquet, fresquet, aigua amb neu...!