El hombre fue primero recolector de miel, igual que ocurrió con los productos vegetales antes de ser agricultor. Después, en el neolítico, comenzó a controlar las abejas y los enjambres. Proporcionan, además de miel -que hasta el descubrimiento de América fue el único edulcorante que existía-, cera y otros productos como el polen, el propóleo o la jalea real. Son fundamentales en la polinización de las plantas y una enfermedad que las diezma preocupa a los científicos. Bartomeu Barceló conoce al dedillo las técnicas de apicultura. Ahora, como misionero dels Sagrats Cors, deja Sóller y sus colmenas.

-¿Qué hará a partir de ahora con sus abejas?

-Se van a quedar en Sóller a cargo del que hasta ahora era mi ayudante, Edwin. Fue como una señal del Espíritu Santo porque al principio no sabía qué hacer con ellas porque no podía llevármelas.

-¿De dónde nació esta afición por la apicultura?

-Prácticamente desde que era niño. Con 13 años ayudaba al apicultor que iba a Lluc cuando yo era ´blavet´ echando humo en las colmenas. Cuando este hombre, que venía desde Fornalutx, ya no pudo realizar el trabajo me lo encargó a mí. Y desde entonces he estado con las abejas.

-¿Con cuántas abejas ha trabajado usted?

-Sería imposible contestar a esta pregunta. He llegado a tener tres colmenares repartidos entre Sóller, Lluc y Porreres. Los tres sumaban más de 150 colmenas, con lo que el trabajo no me faltaba.

-­¿Y cuántas deja en la finca de Sóller?

­-Actualmente hay 24 colmenas aunque hace unos años llegué a tener hasta 40.

-Tanta colmena debe producir mucha miel, ¿cuánta ha llegado a producir?

-Eso es una pregunta que muchas veces me han hecho pero que nunca voy a contestar. Solo diré que dependiendo de la meteorología una sola colmena puede llegar a producir 20 kilos de miel al año. Lo normal suele ser entre los 10 y los 15 kilos anuales.

-¿Piensa crear un colmenar en Sant Honorat?

-A pesar que el superior me lo había pedido, no lo veo posible. Sant Honorat es un lugar ventoso y el viento es el peor enemigo de las abejas porque las impide llegar a la colmena cuando van cargadas. Además, no podría tener la ayuda de nadie, por lo que se me haría muy pesado. Por consiguiente, lo descarté.

-¿Alguna curiosidad que debamos saber de las abejas?

-Recuerdo que cuando empecé con las abejas aquí en Sóller instalé las colmenas en el campanario del Convent. Luego, por razones obvias, lo trasladé a la finca de Son Angelats donde están actualmente.

-¿Qué tienen de especial para usted?

-[Ríe] Que pican mucho y producen miel. Se ha de ir con cuidado con las abejas y entender su filosofía. Las abejas tienen un instinto maravilloso y si no llegas a entenderlas nunca serás un buen apicultor. Es un trabajo difícil que requiere mucha práctica.

-Qué ejemplo nos pueden dar estos animales?

-La gran unidad que existe dentro de la comunidad apícola. No existen las clases, todas trabajan y todas defienden a la reina.

-Una cualidad que falta a los humanos, ¿no cree?

-Así es, lamentablemente a los humanos nos falta muchas veces trabajar en comunidad. Podríamos decir que una colmena es algo así como una república femenina teniendo en cuenta que el 98% de las abejas son del sexo femenino.

- ¿Cuánto se prolonga la vida de una abeja?

-Si es una reina puede vivir un par de años. Las demás suelen durar una media de unos 38 días. Después se mueren.

-Si le dieran a elegir, sería reina, obrera o zángano?

-Cualquier cosa menos un zángano. Los zánganos no hacen absolutamente nada en la colmena. Incluso las abejas obreras han de darle de comer.

-Ahora que se va a vivir su retiro en Sant Honorat, ¿cuál sería lo mejor de su legado?

-Bueno, eso es difícil. De lo que estoy orgulloso es haber podido crear en Madrid el colegio Obispo Perelló, en el barrio de la Concepción, del que puede iniciar las obras en el año 1958 sin un duro. Actualmente tiene más de 2.500 alumnos matriculados.

-¿Qué echará a faltar de la vida que llevaba en Sóller?

-El cariño y el aprecio de mis ex alumnos y el contacte que tenía con ellos cuando los encuentro por la calle.

-Hace un año usted fue reconocido con el premio nacional de la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) por su dedicación a la observación del tiempo. ¿Qué representó este premio?

- Fue algo muy dulce para mí. Fue un reconocimiento a la labor como colaborador de la Aemet que llevaba haciendo desde el año 1945. Fue un orgullo recibirlo.