­Colchones de plástico en forma de cocodrilo, pequeñas planchas de surf, aletas y gafas de bucear. Cualquier cosa servía para lograr uno de los premios que aguardaban en la barca del ayuntamiento de ses Salines. Eran las doce del mediodía tras el club náutico de la Colònia de Sant Jordi y unos 200 nadadores de todas las edades (aunque la mayoría de ellos no sobrepasara los 20 años) se pusieron en acción.

Ya sin patos de verdad, la organización repartió todo un catálogo de artículos flotables que provocaron la misma emoción y ganas por atraparlos. Pelotas, flotadores, sandías (alguna voló peligrosamente sobre las cabezas de los niños), melones o botellas de vino hicieron olvidar a los palmípedos de antaño, desde hace unos años suplantados por hermosos patitos de goma amarilla. Eso sí, estos todavía con premio. Debajo de cada uno los organizadores habían escrito dos números: El uno y el dos. Quien lograra agarrar alguno de los primeros se llevaba cinco euros, mientras que por cada uno de los segundos, diez. Sobre el agua, una decena de embarcaciones más fotografiaban y filmaban un espectáculo visualmente espectacular.

Más gente animando

En la costa, otras 200 personas más, entre amigos, familiares y vecinos, aguardaban y animaban a la prole en remojo. Sin prisas pero sin pausas los artículos se fueron acabando y casi todos consiguieron rozar la gloria. Muchas sonrisas y ninguna lágrima cuando muchos enfilaron el camino que llevaba al club náutico donde varios concejales y la alcaldesa, Maria Bonet, aguardaban con el dinero canjeable por patos.