­Nadie puede saber lo que piensa otra persona, pero no sería descabellado asegurar que lo que pasó por la mente del conductor de un coche con matrícula alemana en Punta Ballena (Magaluf) el pasado 11 de julio en torno a las dos y media de la madrugada fue lo más parecido a un "Madre mía, ¿pero dónde me he metido?". Se había metido en la boca del lobo, sin duda. Una horda de turistas lo rodeó durante casi una hora, gritando, bailando, simulando posturas sexuales, abriéndole el maletero y saltando por encima de su capó.

Su odisea fue grabada por un encargado de locales nocturnos de Punta Ballena, Javier Pierotti, quien lleva trabajando en Magaluf desde hace dos décadas y que quiso dejar así testimonio del caos que se vive en verano en una de las calles más locas de España. El vídeo ha alcanzado una gran difusión. En Youtube, supera ya las 40.000 visitas, mientras que la grabación fluye por el WhatsApp de los calvianers y mallorquines en general.

Pierotti, de hecho, ha iniciado una cruzada personal para que las administraciones remedien este descontrol y ha remitido un escrito de denuncia al presidente Mariano Rajoy, al Govern, al ayuntamiento de Calvià, a la Fiscalía General del Estado y al Consulado británico, entre otras instancias. Un escrito en el que adjunta el mencionado vídeo y en el que advierte de que los "turistas [de Magaluf] viven día y noche alcoholizados, siendo potencial y especialmente peligrosos y agresivos durante la noche".

En declaraciones a este diario, Pierotti asegura que "situaciones así se dan casi cada noche" en Punta Ballena. "Yo he colaborado muchas veces con seguridad de otros locales o con la policía para dispersarlos", explica.

En el caso del incidente del pasado 11 de julio, el vehículo de matrícula alemana, junto a otros coches que formaban una cola a sus espaldas, estuvieron retenidos durante unos 50 minutos. Al final, dice, después de emplear altas dosis de paciencia, el vehículo logró hacerse paso lentamente entre la muchedumbre para zafarse del caos. Aun así, uno de los conductores que venía por detrás prefirió dar marcha atrás para evitar la multitud.

Ha habido otras ocasiones en los que este tipo de situaciones no han tenido un final feliz. Pierotti recuerda cómo el año pasado un vehículo todoterreno quedó varado entre una marea humana. "Los primeros 30 segundos parecen divertidos. Pero cuando ves que se empiezan a montar en tu coche y a zarandearlo...", dice. El conductor acabó perdiendo los nervios y arrancó. El resultado, un atropello múltiple.

Más allá de que se adopten soluciones de emergencia como el cierre al tráfico durante la noche, este trabajador de Magaluf cree en el efecto disuasorio que tendría entre los gamberros una presencia policial permanente. "Para controlar la zona, debería existir al menos una pareja de policías locales o guardias civiles cada 50 metros, como mínimo desde las 20 horas a las siete de la mañana", razona Pierotti en el escrito de denuncia remitido a todas las administraciones, en que también se puede leer otro dardo: "Señores del Gobierno y responsables directos de este tema, están cometiendo año tras otro un acto de negligencia".

Cuando se le pregunta por qué ha decidido ahora iniciar esta cruzada personal, responde que "era su deber", tras muchos años en los que "nadie ha hecho nada". "Existe una actitud de resignación entre comerciantes, propietarios de bares y vecinos", se lamenta.

Pero en su decisión, agrega, pesa sobre todo la siguiente idea: "Si pasa algo grave, nadie podrá decir que no estaba avisado". Tras recalcar que éste será su último año trabajando en la noche más loca de España, sitúa sus anhelos en una futura asociación de vecinos, bares y comerciantes que sirva para luchar por "un Magaluf que no sea vergonzoso".