Como en aquella canción tecnológica de los Buggles, Video kill the radio star (El video mató a la estrella de la radio), se podría pensar sin apenas dudar que los correos electrónicos, el móvil o el whatsapp han sentenciado a muerte el uso y coleccionismo de sellos dentro y fuera de Mallorca. Y aunque eso sea en parte así, sería una afirmación demasiado somera para explicar, por ella sola, el alarmante descenso tanto de aficionados como de clubs en la isla. Hoy apenas quedan 200 socios inscritos entre las tres sociedades filatélicas que quedan activas en Palma, Inca y Sant Llorenç.

"¿Le digo la verdad?, Correos es quien ha asesinado el coleccionismo de sellos", ratifica el presidente del aletargado Cercle Filatèlic de Manacor (fundado en 1952 y con una veintena de socios), Jaume Rigo: "es cierto que ya no se envían tantas cartas como antes, pero siguen llegando. Sin ir más lejos, los bancos y empresas de todo tipo mandan constantemente".

El problema se agravó en la década de los 90 del siglo pasado: "Correos empezó a incentivar el uso del franqueo pagado para poder cobrar a las empresas cada mes sin las molestias de ir pegando estampillas. Al mismo tiempo llegaron las etiquetas postales adhesivas que hacen que el trabajo de sus empleados sea más rápido. Si usted va a una oficina de Correos, no va a encontrar sellos, ¿curioso, no?"

Y más todavía si se visita la página web de la que en su día fue empresa pública para consultar los números. La Fábrica de Moneda y Timbre (esta sí dependiente aún del ministerio de Fomento, que es quien elige los modelos a estampar) tiene programado sacar para 2013 hasta 91 sellos distintos por un precio de 83,53 euros, incluyendo efemérides como el 150 aniversario de la Cruz Roja, el 75 de SSMM los Reyes o uno del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez, que saldrá el próximo noviembre. Eso sin contar los de Andorra o Guinea Ecuatorial, también administrados por Correos. "Ni usted ni nadie verá apenas circular ninguno. Son un negocio para que los coleccionistas sigamos comprando. Hoy en día bastarían tres o cuatro modelos distintos; esto no da para más...", concreta Eduard Perales, presidente del Grup Filatèlic Gent Cardassana (1993) y una de las voces históricas más autorizadas de la filatelia mallorquina.

"Ya es imposible que un niño empiece a interesante por coleccionar sellos. Primero porque no tiene el poder económico para comprarlos nuevos y segundo porque no circulan y no puede verlos matasellados ni sentir esa inquietud por acumularlos".

"Intentamos promocionar la filatelia entre las escuelas, incluso regalando bolsitas de sellos, pero las nuevas tecnologías también han hecho que ya no sean interesantes. Los jóvenes prefieren invertir su tiempo en internet y en su ipad antes que en todo esto". Es la conclusión de Joan Estelrich, presidente de la Federació Balear de Societats Filatèliques (FEBASOFI); colectivo que, ahondando en el problema, no cuenta con ningún miembro por debajo de los 30 años.

Hace apenas una década sobrevivían en las islas doce sociedades filatélicas: las de Alaior, Maó y Ciutadella en Menorca, y el Grupo Filatèlic d´Eivissa en las Pitiusas, además de en Calvià, Cala Rajada, Inca, Lloseta, Manacor, Palma, Sant Llorenç y Sòller en Mallorca. Ahora más de un 70% de los aficionados de la Part Forana se han dado de baja, han abandonado el hábito o simplemente se han cansado.

Joan Rullan es uno de los pocos aficionados a la filatelia que todavía hay en Sóller. Durante años fue socio de la Sección Filatélica del Círculo Sollerense, una entidad "que desde hace tres años está totalmente muerta, sin socios y sin actividad alguna". La entidad nació en 1948 en el seno de la Congregación Mariana de Sóller, y en sus momentos de mayor actividad llegó a reunir a más de 30 aficionados a los sellos que recibían periódicamente el material procedente de varios países. Hoy en día, los escasos aficionados a la filatelia que quedan en el municipio están asociados a otras entidades. "El Cículo está totalmente muerto" tras años de declive.

Algo similar a lo que pasó con la Associació Filatèlica Lloseta. "Antes montábamos exposiciones periódicas. Fuimos unos 25 socios, pero tanto el Consell como los ayuntamientos dejaron de dar subvenciones hace unos cuantos años y todo se paró...", explica su presidente Pau Reynés, "además de ser una afición carísima".

Perales alza la vista mientras calcula qué cuesta cada año poder estar al día de los sellos españoles (con albumes y pruebas de impresión incluidas): "No te salvas de unos 300 euros al año; y eso si es que no te interesan los de los demás países..."

Por lo que respecta a las ayudas, éstas se acabaron prácticamente con la Exposición Filatélica Nacional organizada en Palma en 2007. Ocho años antes, entre enero y febrero de 1999, incluso la conselleria de Turismo pagó páginas de publicidad y 110 actuaciones promocionales para potenciar los filatélicos baleares con la campaña El segell de Balears per tot el món, entre ferias, presentaciones, congresos y jornadas profesionales entre Europa y EEUU.

El precio de las estampillas

¿Por qué vale más un sello nuevo que usado? "Depende de la historia que tenga detrás, de la importancia de la carta a la que vaya pegado... es como un coche, normalmente vale más uno nuevo, pero puede que menos que uno histórico que haya ganado carreras importantes. Es relativo, ahí ya entramos dentro de la historia postal", señala Jaume Rigo. En líneas generales y según los catálogos especializados, uno timbrado se vende por un 10% menos de media que otro impoluto. Para el presidente Estelrich, uno de los mayores expertos mundiales en la modalidad, "esa quizás pueda ser precisamente la salvación, lo que haga que esta clase de coleccionismo se ponga de moda. El sello creo que no desaparecerá mientras haya gente interesada y se editen nuevos modelos, pero tal vez se valore cada vez más lo que hay detrás".

¿Pero, cuáles valen más y cuáles apenas son importantes? "Los españoles siempre han sido muy valorados tanto por su variedad como por su diseño. Son un valor seguro", recuerda Eduard Perales, quien enseña uno de los que con el tiempo han aumentado espectacularmente de cotización: la visita, en 1950, de Franco a las Islas Canarias; de tirada corta, valía diez céntimos de peseta y ahora se pagarían en una subasta "unos 7.100 euros". La otra joya de la corona hispana sería el de dos reales rojo de 1851, un año después de que la Fábrica de Moneda empezara a estampar sellos.

Y frente al valor de países filatélicamente solventes como Francia, Gran Bretaña o Alemania hay otros, como los de muchos países africanos "o como los de islas caribeñas" que se fabrican directamente en Manhattan "sin distribuirse por el país y que solo sirven para coleccionistas. Apenas valen".